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»En el aquel mismo año de 1859 fui nombrado secretario general de la Academia de Legislación y Jurisprudencia de Valencia; y en el siguiente de 1860 gané las asignaturas del Doctorado en la Universidad de Madrid, habiendo estudiado privadamente en Valencia, por conceder la ley en aquellos tiempos este privilegio a los que hubiesen obtenido todas o casi todas las notas de sobresaliente durante la carrera de leyes, en cuyo caso me encontraba yo.

Las novelas francesas le trasladaban a aquel París que obscurecía el Madrid apenas conocido en su época del doctorado; los relatos de amores despertaban en su cuerpo de joven y virtuoso, sin otros deslices que los vulgares desahogos de la crápula estudiantil, un ardor de aventuras y de complicadas pasiones en el que latía algo del intenso fuego que había consumido a su padre.

Me gustaría también seguir implicándome en la puesta gratuita de libros en el internet, ya sea que esta tarea forme parte integrante de mi actividad profesional, o que sea una actividad voluntaria durante mi tiempo libre." John Mark Ockerbloom obtuvo su doctorado en informática en 1998.

¿Qué decía usted, querido profesor? preguntó Edwin con la expresión de un hombre que despierta. Estas palabras aumentaron las risas en el doctorado joven. Algunos universitarios se encogían y achicaban para lanzar carcajadas con toda libertad al amparo de las espaldas de sus vecinos. Querían aprovechar la ocasión para reirse sin peligro del temible Momaren.

Así que hube terminado la carrera, solicité y obtuve de él, no sin algún trabajo, la venia para cursar el año del doctorado en Madrid, y a la Corte me vine, donde en vez de dar consistencia a mis conocimientos, no muy seguros por cierto, en las ciencias médicas, perdí bastante tiempo en los cafés, y lo que es aún peor, contraje la funesta manía de la literatura.

Tanto para mis colegas como para , y por supuesto para nuestra institución, el internet también nos permite publicar prácticamente sin límite. = Una experiencia Maria Victoria Marinetti, de nacionalidad mexicana, tiene un doctorado en ingeniería. Escribe en agosto de 1999: "Tengo acceso a una gran cantidad de información a nivel mundial, por lo tanto es muy interesante.

No fue cura de los de carrera breve, que sólo estudian rudimentos de latín, filosofía mermada y algo de moral jesuítica, sino que siguió la carrera lata, empapándose de Teodicea, Patrología, Hermenéutica, Derecho Canónico y Disciplina Eclesiástica, hasta el doctorado en Teología, en todo lo cual trascurrieron ocho años, al cabo de los que se ordenó de menores.

Su padre creyó prudente sacarle y le sacó de aquella Pafos del Brasil y le envió a Olinda, donde hay también escuela de Derecho. Allí, bien o mal, tomó la borla de doctor el joven Arturo. Ya doctorado, nada más natural que ir a Europa para acabar de civilizarse y conocer por experiencia hasta los más delicados perfiles y las más recientes conquistas del espíritu humano.

Todos se van al saloncillo y aguardan con paciencia: me he equivocado, no todos, porque el más joven de ellos, que estudia hace tres años el doctorado de medicina, aprovecha la ocasión y va a dar una vuelta por los bastidores a estirar un poco las piernas y a pescar algún beso descarriado.

Sería un jurisconsulto eminente; los miles de duros rodarían hacia él como si fuesen céntimos; figuraría en las solemnidades universitarias con una esclavina de raso carmesí y un birrete chorreando por sus múltiples caras la gloria hilada del doctorado. Los estudiantes escucharían respetuosos al pie de su cátedra. ¡Quién sabe si le estaba reservado el gobierno de su país!...