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Hubiera querido permanecer allí, por singular que pareciese su curiosidad; alguna palabra de doble sentido la hubiera trazado, acaso, una línea de conducta. Hubiera sido una satisfacción refinada para Herminia hablar con su libertador bajo la mirada misma de sus carceleros; pero no pudo disfrutar ese placer. Su tía la tiraba del brazo y Bobart se había ya pronunciado en retirada.

A los pocos días la misma Amalia, en un acceso de mal humor, dijo que aquel doble servicio no podía ser tolerado y que se la llevasen a la cocina a comer con los criados. Concha la sentó en un taburete, le puso un plato de barro y una cuchara de madera en la mano y le dijo: Come.

En 1838, el ingeniero inglés Reid, que de orden superior pasó á la Barbada después de la célebre tormenta que causó mil quinientas víctimas, determinó el doble movimiento de rotación.

Sorprendida por aquel doble ademán, la doncella vaciló; pero, en seguida, bajando los ojos, tendió al pasar su temblorosa mano hacia la mano de Ramiro. Los dos mancebos se miraron un instante de un modo terrible.

El lujo, sea como sea; el lujo democratizado, al alcance de todos, conseguido por el dinero, que no tiene sabor, ni olor, ni marca de origen. eres el omnipotente que puede dar el «auto» de buena marca y la sarta de perlas continuaba Castro . eres el sultán de las magnificencias. Te basta poner tu firma en un cheque para que una lluvia de oro doble una cabeza. ¡Aprovéchate!

Permaneció Gallardo gran parte de la corrida en el estribo de la barrera. Buenas eran tales explicaciones para los partidarios, pero él sentía en su interior una duda cruel, una desconfianza en su persona que nunca había conocido. Los toros le parecían más grandes, con una «vida doble» que les daba mayor resistencia para no morir. Los de antes caían bajo su estoque con una facilidad de milagro.

Ya desde 1829 venía metido en oscuros enredos y misteriosos trabajos, y por lo general su maquinación era doble, su juego combinado.

Así la moda va, poco a poco, por contagio, exagerándose, hasta que muere por sus propios excesos. La psicología de estas exageraciones reside en que no queremos pasar inadvertidas. Las mujeres nos ofendemos cuando nos miran mucho; pero nos ofendemos mucho más no mirándonos nada. Por aquí también anda el diablo en su doble forma de coquetería y soberbia.

¡Por piedad, no hable usted así de una mujer que tiene doble vista! no parta hoy; ahora mismo una gaviota blanca y negra revoloteaba por encima del barco lanzando agudos gritos; eso es de mal augurio... ¡no parta usted!

Al oeste, en el fondo del valle boscoso, hundido en la depresión de la doble sierra, el Paraná yacía, muerto a esa hora en su agua de cinc, esperando la caída de la tarde para revivir. La atmósfera, entonces, ligeramente ahumada hasta esa hora, se velaba al horizonte en denso vapor, tras el cual el sol, cayendo sobre el río, sosteníase asfixiado en perfecto círculo de sangre.