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Y porque Dios había cometido la indiscreción de hablar, el hombre tuvo que callarse a perpetuidad, o hablar sólo para repetir, como papagayo sin plumas, la palabra divina, que vino a ser la túnica de Neso de la inteligencia humana.

Beberás ese amor en mis miradas, lo absorberás al respirar mi aliento, te lo trasmitiré cuando mi mano acaricie amorosa tu cabello. Te envolveré en su atmósfera divina, como en nube de aromas y de incienso, despertaré tu corazon dormido, te volveré al amor y al sentimiento.

Porque, como el Verbo, que es Dios, dio su vida mortal y humana por la salud de los hombres, el alma, si se une con Dios, adquiere la virtud divina para arrostrar y sufrir por los hombres los tormentos y la muerte, imitando a Cristo, que es el Dios a quien se une.

La intención de seguir las huellas de Dante vese tan marcada en este poema, aun más que en el Laberinto de Juan de Mena. Pero el asunto del vate cartujano dábale material más apropósito para seguir la imitación de la Divina Comedia.

»Sólo lo atribuí al dedo de Dios, pues cuando la piedad y misericordia divina se inclina á obrar, no hay imposibles, y más cuando precedieron los sudores, trabajos, necesidades y hambres de su primer conquistador de esta nación nuestro dignísimo P. Provincial Juan Bautista de Zea

Digamos ahora lo singular de los Reos, en quien se quiso manifestar ostentosamente triunfante, no menos la misericordia, que la Justicia Divina.

Entre tanto, el buen ingenio había salido de la casa de la Dorotea, pensando para sus adentros, mientras atravesaba las calles en derechura del alcázar, bajo la tenaz lluvia que no había cesado hacia tres días: Esa pobre chica me da compasión y me siento además agradecido; confiésola una gran mujer; deberémosla, por los buenos oficios que nos hace, el salir de este atolladero, sin sacar de él más que el lodo; pero con arrojar en Nápoles las botas, hemos concluído; paréceme que resurrezco, que por envuelto me he dado y á pique de desconfiar de mismo: el médico de su majestad dice que no hay que tener cuidado alguno; que Margarita se encuentra en muy cabal salud... por aquí la divina Providencia ha evitado un crimen... un crimen horrible; Lerma está confiado y sigue durmiendo; Dorotea, aleccionada por le engañará de tal modo, que tendré tiempo para llevarme á los recién casados; después... si mi doña Catalina me ama... vamos, no hay que pensar en ello... llevármela sería tocar á badajo perdido la campana del escándalo... será necesario que se cure, y yo también necesito curarme... el tiempo y la paciencia y la conformidad... bendito sea Dios, que nos ha criado para pelota, en manos de chicos... vamos adelante, vamos... yo haré que la Dorotea se cure... y olvide... doña Catalina olvidará... y yo... yo... ¡bah! ¿qué importo yo?

Y sacando una guitarra una dama de las tapadas, templada sin sentillo , con otras dos cantaron a tres voces un romance excelentísimo de don Antonio de Mendoza , soberano ingenio montañés, y dueño eminentísimo del estilo lírico, a cuya divina música vendrán estrechos todos los agasajos de su fortuna.

El pastor daba, naturalmente, el ejemplo de esos deberes sociales; porque a los espíritus de Raveloe no les hubiera sido posible, sin una revelación divina particular, el pensar que un eclesiástico debía ser un pálido momento de las solemnidades del culto en lugar de ser un hombre dotado de defectos razonables, cuya autoridad exclusiva de leer las oraciones y de predicar, de bautizar, casar y enterrar, coexistía necesariamente con el derecho de venderos el terreno para inhumaros, y de percibir el diezmo en especias.

Nos sentimos inevitablemente inclinados a creer que un hombre, en la situación de Marner, hubiera comenzado por poner en duda la validez de un llamamiento hecho a la justicia divina tirando a la suerte.