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No te diviertas conmigo, replica el forastero; te pregunto por el Cadí, y me diriges á un soplaflautas. Convencido sin embargo de que no le han engañado, encamínase al Cadí, ruégale le disimule su desatencion, espónele luego el caso que le trae al tribunal, y obtiene el consejo mas justo é imparcial que podia jamás haberse prometido.

Ella sacó de su ridículo un libro y se lo dio diciendo: Ahora tendrás la amabilidad de leerme un poquito, estoy segura de ello. He traído esta novela porque es de tu autor favorito y quiero que el día de hoy te diviertas mucho, mucho... porque si no te diviertes mucho, mucho, yo estoy decidida a aburrirme. Cirilo cogió el libro riendo y se puso a leer.

¡Mira, mira, majaderillo, lo que me dice el director! exclamó lleno de cólera. ¿Es esta manera de portarse? ¿Qué dirá tu padre cuando venga y lo sepa? ¿Para eso procuro yo que te diviertas?... El fuerte de tío Manolo no era la lógica: porque procurar que se divierta un chico no es procurar que estudie.

¿A las máscaras? No hay remedio, tengo un coche a la puerta. ¡A las máscaras! Iremos a algunas casas particulares, y concluiremos la noche en uno de los grandes bailes de subscripción. Que te diviertas; yo me voy a acostar. ¡Qué despropósito! No lo imagines; precisamente te traigo un dominó negro y una careta. ¡Adiós! Hasta mañana. ¿Adónde vas?

Al oir caso de conciencia, el padre miró fijamente al Comendador con aire de incredulidad y de recelo, y exclamó al cabo: Mira, hijo mío, si es que te aburres en estos lugares y quieres chancearte y divertirte, toma una tabla y dos cuernos, y no te diviertas ni te chancees conmigo. Ya está duro el alcacer para zampoñas. ¿Y de dónde infiere V. que me chanceo ó que me burlo?

Se le plantó delante y le dijo de manos á boca: ¿Conque ya no está Soledad contigo? Eso parece respondió el majo con su habitual desenfado. ¿Y por qué la has echado, niño? Eso está muy feo. Yo no la he echado. Se ha ido ella replicó con orgullosa modestia, seguro de no ser creído. ¡Vamos, hijo, no te diviertas!

Buenas noches dijo Quilito. Y salió, haciendo resonar sus tacones sobre las losas del patio. ¡Que te diviertas! gritó el padre. ¡Que no vuelvas tarde! apuntó la tía. Concluyó tristemente la modesta comida; con el último bocado se levantaron y Pampa entró a quitar la mesa.

Pedro, por su parte, no dejaba de mentar á menudo esta romería, que era también la suya, y de prometérselas muy felices para cuando llegase, lo cual aguijaba más y más el deseo de su señora. Decidió por fin ésta, con la venia de su marido, acudir á ella y dijo á Pedro: Si no fuese porque no quiero impedir que te diviertas á tu sabor, serías mi acompañante en la expedición.