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La Huerta, Teatro español: Madrid, 1785 y siguientes, 16 tomos. Contiene una introducción crítica y algunos breves artículos biográficos. Pellicer, Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España: Madrid, 1804, en dos tomos. Jovellanos, Memorias sobre las diversiones públicas: Madrid, 1812.

Uno de los que lo intentaron fué Gregorio el Grande . Así se logró que la corriente de las diversiones paganas, que ya se había mezclado con elementos cristianos, penetrase al fin en la Iglesia.

La parte baja y central contiene un bazar de curiosidades para vender á los visitantes, donde hay conciertos permanentes, cosmoramas y otras diversiones instructivas.

En la primera se dice así: «No creo en hechicerías, Que todas son vanidades: Quien concierta voluntades Son méritos y porfías.» Y en la última se lee la siguiente: «Pues, Tacón, así son toda; Y no que tengan te asombres Con los necios opinión, Porque las brujas lo son Porque son tontos los hombresJovellanos, Memorias sobre las diversiones públicas, pág. 36.

Las ciudades mineras, con su aglomeración de gentes diversas y sus fortunas improvisadas son, como los puertos famosos, grandes centros internacionales de diversiones, de vida atropellada y alegre.

Atento a dar gusto a su novia, que le solicitaba a la continua con súplicas y consejos, comenzó a abandonar las diversiones ruidosas y hasta la compañía de los demás oficiales de la Fábrica.

Cuando mi hermano se fue al colegio de artillería, yo no pensé más que en dar gusto a papá, y en que se notase poco la falta de la pobre mamá.... Mis hermanas preferían ir a paseo, porque, como son bonitas, les gustaban las diversiones. A me llamaban feúcha y bizca, y me aseguraban que no encontraría marido. ¡Ojalá! exclamó Julián sin poder reprimirse. Yo me reía. ¿Para qué necesitaba casarme?

María Teresa se creía transformada en una princesa de un cuento de hadas, pues no tenía otra ocupación que la de divertirse de la mañana a la noche, bajo la dirección de un maestro de ceremonias parecido al Príncipe Encantador. Las mañanas eran dedicadas al bosque; por las tardes había siempre diversiones nuevas; en cuanto a las noches, terminaban invariablemente en el teatro o en las tertulias.

Al día siguiente, temprano, el barón hizo una visita a la duquesa. Detuvo en el umbral al duque que se disponía a salir y le obligó a entrar con él. Durante tres días no le quitó la vista de encima; lo paseó, lo llevó a diversiones y consiguió distraerle del único pensamiento que lo agitaba.

No faltan pueblos que disputen con otros sobre cuál de ellos se ha hecho antes célebre por sus representaciones dramáticas, ni historiadores que creen haber encontrado la más antigua noticia de la existencia de las diversiones teatrales, al paso que otros no juzgan improbable fijar su fecha en épocas anteriores.