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Nosotros no sentimos que la Tierra nos arrastra así por los espacios celestes, en compañía del globo que habitamos, como tampoco nos damos cuenta del movimiento de rotación diurna. Los antiguos los desconocían ambos, y los atribuían aquél al cielo entero, y el segundo al Sol en persona. Tomaban, pues, por realidades, lo que sólo era apariencia.

Y como si la tormenta, envuelta en el conglomerado de sus cirrus obedeciera a su voz, empezó a moverse hacia el sud, siguiendo la línea del horizonte lentamente, casi agazapándose, como si quisiera realizar un movimiento envolvente para tomar al sol por retaguardia, mientras éste seguía en su aparente caída diurna.

En esta región no se ve ninguna estrella notable, que permita distinguir a simple vista, como en el hemisferio norte, el punto a cuyo alrededor parecen efectuar su movimiento de revolución diurna todas las estrellas visibles.

Con todo, las mujeres respiraron al salir del sombrío dédalo y ver de nuevo la claridad diurna y sentir el aire fresco que congelaba en su frente las gotas de sudor. Sólo a un punto iba Lucía sola: a la iglesia de San Luis. Al pronto, el edificio agradó muy poco a la leonesa, habituada a la majestad de su soberbia basílica.

De allí pasó a otra habitación mucho mayor, todavía iluminada por un leve resto de luz diurna, que entraba por alta vidriera. Lucía no dudó ni un instante de su acierto: aquella cámara debía de ser la de Artegui.

Las vacas tamberas se aproximaban solas a sus palenques desoyendo los reclamos temblorosos de sus crías embozaladas y mientras todo despertaba a la tarea diurna en aquel breve trecho, cruzaba el espacio una bandada de patos laguneros, rumbo a la luz, dejando caer desde lo alto gritos que parecían decir como el del cuervo de Poé: «¡ja... más!... ¡ja... más!...»

Y luego, aprovechando un día de sol despejado, se sigue atentamente la marcha de la sombra proyectada por la varilla. Esas sombras van disminuyendo de tamaño á partir de la mañana hasta el momento en que el Sol, al llegar al punto más alto de su carrera diurna, pasa por el meridiano; luego aumentan á medida que avanza la tarde, pasando en sentido inverso por las mismas alturas.

Los que esperaban el mágico espectáculo de su puesta reunidos en la última toldilla, tenían que renunciar a la diurna apoteosis, corriendo a los camarotes para vestirse apresuradamente y no llegar con retraso al comedor. Ojeda, al sentarse a su mesa, vio que estaba sin ocupar la inmediata, que era la de Mrs. Power.

Explicación de la desigual duración de los días y de las noches.= Veamos ahora cómo se explican estas variaciones de duración de los días y de las noches y porqué dan origen al fenómeno de las estaciones de la Tierra. Partamos del equinoccio de marzo y sigamos al Sol en su carrera diurna por el hemisferio norte.

Y Ferragut parpadeaba al pasar rápidamente del jardín caldeado por el sol á la penumbra de unas galerías húmedas, sin otro alumbrado que el de la luz diurna descendida al interior de los acuarios: luz que tomaba á través del agua y el cristal un tono misterioso, el tinte verde y difuso de las profundidades submarinas. Esta visita le hacía pasar el tiempo plácidamente.