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te batiste y diste tu sangre por una causa que aún no conoces a estas horas. Fuiste a la guerra tan ciego como yo. No pongas esa cara de asombro, no intentes protestar. Y si no, vamos a ver: ¿qué deseabas al batirte por don Carlos? ¿Yo? Pues ante todo, que le diesen a cada cual lo suyo. ¿Le pertenece a su familia la corona? Pues que se la den. ¿Y eso es todo? preguntó Luna con displicencia.

23 y contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su Casa, y y tus príncipes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos: además de esto, a dioses de plata y de oro, de bronce, de hierro, de madera, y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza; y al Dios en cuya mano está tu alma, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste.

Después de argumentar ambos sobre la justicia y la necesidad de la sentencia de Enrique, el Rey da á éste la carta de la Infanta, copiada más arriba, y le dice: me diste el consejo; parte luego, Y á la Condesa quitarás la vida, Para que aquesta noche seas esposo De la Infanta mi hija.

11 Y le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste, ella me dio del árbol, y comí. 13 Entonces el SE

38 si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren hacia su tierra que diste a sus padres, hacia la ciudad que tu elegiste, y hacia la Casa que he edificado a tu Nombre;

El pobre nos siguió como un tonto... tuvo sus tentaciones de hablarnos, pero al cabo no se atrevió, e hizo bien. Hubiera sido una botaratada imperdonable en persona de tantas campanillas y tan corrido. La verdad es que se entusiasmó demasiado para jactarse de tan hastiado, desdeñoso e invulnerable. Hija mía, le diste flechazo.

21 porque tuve miedo de ti, que eres hombre recio; tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Sabías que yo era hombre recio, que quito lo que no puse, y que siego lo que no sembré; 23 ¿por qué, no diste mi dinero al banco, y yo viniendo lo recibiera con el logro? 24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.

''Mañana, creo yo -dije-, porque está aquí un bajel de Francia que se hace mañana a la vela, y pienso irme en él''. ¿No es mejor -replicó Zoraida-, esperar a que vengan bajeles de España, y irte con ellos, que no con los de Francia, que no son vuestros amigos? ''No -respondí yo-, aunque si como hay nuevas que viene ya un bajel de España, es verdad, todavía yo le aguardaré, puesto que es más cierto el partirme mañana; porque el deseo que tengo de verme en mi tierra, y con las personas que bien quiero, es tanto que no me dejará esperar otra comodidad, si se tarda, por mejor que sea''. ''Debes de ser, sin duda, casado en tu tierra -dijo Zoraida-, y por eso deseas ir a verte con tu mujer''. ''No soy -respondí yo- casado, mas tengo dada la palabra de casarme en llegando allá''. ''Y ¿es hermosa la dama a quien se la diste?, dijo Zoraida.

A que él satisfizo, diciendo: «El Señor, que ayer me diste, me ha librado y esta noche arrojé fuera todo el malValiéndose de este caso, exhortó el Misionero á aquellos nuevos cristianos á perseverar en el bien comenzado y á amar á Dios, que con tal milagro manifestaba cuánto le agradaban sus fervores.

me marcaste de la vida el paso, un cuerpo débil para mi alma diste: si era para el licor frágil el vaso, ¿por qué no lo cambiaste ó lo rompiste? ¿Dónde está tu justicia, que no acudes un remedio á aplicar á los dolores del que siente la de las virtudes y el gérmen del amor de los amores?» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Ah, no sabeis vosotros, desdichados, que acaso oís riendo mis gemidos, los momentos de angustias ignorados que guardan estas letras escondidos!