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La tertulia languidecía; los pedagogos estaban displicentes y mal humorados; el doctor disertaba de farmacología indígena, y el P. Solís leía con avidez cierto periódico conservador, el primero que saltó a la palestra después de la catástrofe imperial. Viendo que los tertulios no reían ni disputaban, me decidí a pasar la velada en la casa del dómine.

Los varones, agrios, displicentes, huraños, sombríos; las mujeres, tímidas, asustadizas, amables, pero con amabilidad monjil. La vida como las cosas y las personas.

Luego ella, con miradas displicentes y poniendo a todo reparos, como quien sabe que aquello no ha de ser jamás suyo, inspeccionó el gabinete. Sin embargo, en su interior, quedó maravillada y envidiosa. Nunca había visto muebles tan ricos. Eran pocos, pero elegantísimos.

Porque no era él, le respondieron displicentes. Luego la Muerte, y con ella el cambio de dueño, las miserias, las patadas, estaba sobre ellos. Pasaron el resto de la tarde al lado de su patrón, sombríos y alerta. Al menor ruido gruñían, sin saber adonde. Míster Jones sentíase satisfecho de su guardiana inquietud.

Á no ser que las personas con quienes tenga yo algún trato, sean en extremo displicentes y desagradables, es mi costumbre, tonta si se quiere, cobrarles afecto; pues las cualidades mejores de mis compañeros, caso que las tengan, son las que comunmente noto, y constituyen el rasgo saliente que me hace apreciar al hombre.

Excusó la criada las explicaciones de su tardanza por el miedo que sentía de darlas, y se puso a la defensiva, esperando a ver por dónde salía doña Paca, y qué posiciones tomaba en su irascible genio. Algo la tranquilizó el tono de las primeras palabras con que fue recibida; esperaba una fuerte reprimenda, vocablos displicentes.

Respondíales pocas veces. Cuando lo hacía era con breves palabras displicentes. Al fin, sacando el reloj, dijo: Son las tres. Quedan tres cuartos de hora. ¿Quién quiere echar un tresillo? Tres de los amigos se fueron con él a la sala de juego. No tardaron en rodearles los demás. La broma siguió lo mismo que en el salón. ¡Miradle, cómo le tiembla la mano!