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La buena señora, que quizas conciliaria dificilmente el sueño, agitada por espectros y fantasmas, dispierta al retumbante ruido: levántase despavorida, corre presurosa de una á otra parte; ve en los aposentos desiertos alguna luz, por la sencilla razon de que nadie cuidó de cerrar las ventanas, y por ellas penetran los rayos de la luna; por fin llegan á sus oidos las voces misteriosas que no debieron de ser mas que los silbidos del viento, los crujidos de alguna puerta mal segura, y tal vez el remoto maullo del malandrin que salido por la buhardilla se va á trabar refriegas por la vecindad, sin pensar que sus maldades tienen en congojosa cuita á su dueña y bienhechora.

Tan pronto como este lo sabe, recuerda la ofensa recibida, el resentimiento se dispierta en su corazon, al resentimiento sucede la cólera, y la cólera engendra un vivo deseo de venganza. ¿Y porqué dejara de vengarse? ¿No se le ofrece ahora una excelente oportunidad? ¿No será para él un placer el presenciar la desesperacion de su adversario burlado en sus esperanzas, y quizas sumido en la oscuridad, en la desgracia, en la miseria? «Véngate, véngate, le dice en alta voz su corazon; véngate, y que él sepa que te has vengado; dáñale, ya que él te dañó, humíllale, ya que él te humilló; goza el cruel pero vivo placer de su desgracia, ya que él se gozó en la tuya.

En ambos encontramos un ser privilegiado en la naturaleza; un ser grande, que de un golpe se eleva sobre la region de la materia, y que excitado por las impresiones exteriores, dispierta para una vida que no cabe en este mismo mundo, que le acaba de dispertar. En este sentido todas las ideas generales y necesarias son innatas; porque ninguna de ellas ha podido dimanar de la sensacion.

Montevideo tambien es una ciudad alegre y animada: su fisonomía, semejante en un todo á la de Buenos-Aires, aunque en menor escala, dispierta tambien en el ánimo las mismas dolorosas reflexiones. Las convulsiones políticas que de luengos años la agitan, casi sin tregua, se han opuesto á su desarrollo y prosperidad: con sus sitios y bloqueos, han caido por tierra algunos de sus edificios....

Tanta crueldad dispierta un sentimiento contrario: «este comportamiento seria ignoble, seria infame, se dice el nombre á mismo; esto repugna hasta al amor propio. ¿Pues qué? ¿yo he de gozarme en el abatimiento, en el perpetuo infortunio de una familia? ¿No seria para un remordimiento inextinguible la memoria de que con mis manejos he sumido en la miseria á sus hijos inocentes, y hundido en el sepulcro á sus ancianos padres?

El viaje, que nosotros llamamos libro abierto de instruccion, donde tanto puede aprenderse: el viaje, que ensancha los horizontes de la inteligencia, recreando el ánimo, y ofreciéndole siempre nuevos y variados teatros de observacion: el viaje, que completa la mejor educacion, que proporciona el inmenso júbilo de contemplar las bellezas de la naturaleza, de pararse aturdido y absorto delante de los prodigios que guarda en su seno: el viaje, que dotando de nuevos conocimientos al que estudia, permite análisis comparativos de las civilizaciones de los pueblos entre ; el viaje, que facilita el estudio de las costumbres, que dispierta el amor al estudio de las lenguas; el viaje, en resúmen, es para nosotros la mas perfecta de las educaciones, el mejor de los placeres, nuestra mas decidida inclinacion.

Célebre en lo antiguo, por haberse celebrado en su recinto dos concilios ecuménicos, y por haber sido cuna de muchos hombres notables, se ofreció á mi recuerdo con mas interes del que en efecto dispierta en el ánimo del viajero.

Ved lo que sucede en el hombre: piensa, y la voluntad se dispierta, y quiere; piensa, y su cuerpo se mueve; piensa, y sus fuerzas se multiplican, y todo cuanto tiene se halla á las órdenes del pensamiento.

A medida que el vapor avanza, surcando las azuladas ondas del lago, que rodean montañas de córtes y perfiles caprichosos, los recuerdos históricos de Guillermo Tell van presentándose á la vista, el interes crece y se dispierta, la travesía se hace corta y agradable.

Trepamos á la cumbre de los cerros, ensanchamos ilimitadamente el horizonte, dominamos aldeas, pueblos, ciudades; y si la idea de la grandeza de Dios no nos abruma, sentimos crecer por instantes la ambicion, lamentándonos quizás de no poder subyugar tan vasto espacio. Todo habla al hombre en la naturaleza: todo dispierta en él ideas que no se borrarán jamas de su memoria.