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Su ira por los disgustos domésticos y por aquella fuga que lastimaba su vanidad ansiaba descargarla sobre los toros. Cuando llegó el carruaje, atravesó Gallardo el patio, sin fijarse, como otras veces, en la emoción de las mujeres. Carmen no apareció. ¡Bah, las hembras!... Sólo servían para amargar la vida. En los hombres se encontraban únicamente los afectos durables y la alegre compañía.

Este capítulo de cargos que el Sr. de Rivera tenía guardado contra su esposa, había ocasionado serios disgustos matrimoniales.

La persecución en esta materia llegó a tal extremo, tales disgustos le causó su afán de expresar por escrito sus ideas y sus penas, que tuvo que renunciar en absoluto a la pluma; se juró a misma no ser la «literata», aquel ente híbrido y abominable de que se hablaba en Vetusta como de los monstruos asquerosos y horribles.

El primero no puede consolarse de la pérdida de su esposa; pero su padre le dice que él mismo sería el hombre más feliz de la tierra si fuese también viudo, trazando un cuadro muy divertido de los disgustos y contrariedades que sufre con su mujer.

Si ella ha prometido sinceramente a Cesarina entrar en nuestra religión, y educar sus hijos en nuestra fe, creo que habrán terminado con esto los obstáculos. ¡Qué de disgustos me cuesta el ir venciendo las dificultades que se oponen al bienestar de la familia y sobre todo la tranquilidad de mis hijos!

Grande es mi deseo de contestar dignamente a dicho discurso; pero ni la premura del tiempo, ni las dolencias y graves disgustos, que en estos días me han aquejado, ni mi falta de serenidad y de paz interior, habrían de consentirlo, aunque la pobreza de mi erudición y la cortedad de mi entendimiento no lo estorbasen.

Traga-santos confió estos disgustos é inconvenientes al señor Cura Párroco de Animalejos, que era hombre de mucho consejo, y le pidió el suyo para salir de los apuros en que los devotos le ponían á él, á San Isidro y á Dios mismo. Tío Traga-santos le dijo el Párroco, ésas son cosas muy delicadas para hombres de tan poco entendimiento como nosotros.

En el colegio todas la quieren, y las niñas se mueren por ella, tanto que hay que cambiarla a menudo de clase, porque por la regla nos está prohibido tener preferencias en el cariño, y la hermana San Sulpicio no puede menos de tenerlas por su carácter apasionado... Le ha costado algunos disgustos a la pobre... Allá en Vergara...

Me resultarían mil disgustos, mil complicaciones.... Aborrezco los escándalos. ¡Hombre, qué juventud tan sosa son ustedes! Parece mentira que habiendo visto lo que vimos.... No me conviene, lo dicho; me alegraré de que me destinen a cualquiera parte. Si me quedo aquí, es fácil.... Y después, ¿sabe usted lo que es esa Fábrica?

En el corazón no se manda, Carmen, y si yo te quisiera arrancar del corazón, mi corazón diría: "No, no puedes arrancarla sin que yo me rompa...." Es triste, muy triste llevar al fin de la vida este terrible desengaño.... Si mañana te murieses , lo que Dios no consienta, ¡cuántos disgustos, cuántas penas me esperan además de la pérdida de una esposa adorada!