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El que era simpático se hace indiferente, concluyendo por ser antipático, y en tal estado, una mirada, una palabra, una reticencia, un cambio de servilleta ó de asiento y ... adiós educación y miramientos sociales. Esto con el que fué simpático, pues con el que no lo fué, los disgustos son inevitables.

Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes. ¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de cuidados? A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe importarle poco la vida. ¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿ o no?

Y eso que por efecto de sus constantes prodigalidades, padecía con frecuencia serios disgustos en el orden económico; hacía ya bastante tiempo que tenía vendidas o empeñadas las fincas que sus padres le dejaron; esto no le impedía vivir holgadamente y recrearse con el mismo sosiego que si estuviese recién heredado.

Fue demasiado optimista en medio de su fiebre amorosa, no previendo algo siquiera de lo que estaba ocurriéndole; pero, ocurrido ya, ¿qué podría decirle a Luz sin que ella le leyera sus disgustos en la cara, ni presumiera tropiezos que la indujeran a descubrir otros mayores? No había que pensar en acercarse a ella mientras los horizontes de sus ideas no se despejaran algo más.

Juanito es muy bueno.... Pero ¿y Rafael? Cada vez estoy más orgullosa de él.... ¡Qué guapo! Es el vivo retrato de su padre, el segundo marido de usted. Estas palabras de Teresa debieron halagar mucho a la señora, pues correspondió a ellas con una sonrisa. Pero oiga usted, Manuela: tengo entendido que Rafael le da muchos disgustos. Algo hay de eso; pero... ¿qué quiere usted, Antonio?

Pero el otro se aferraba a ella repitiendo sus preguntas y parándose a cada instante. «Pues mira le respondió al fin haciendo un gesto campechano . Hazte cuenta que se ha muerto... porque lo que yo te digo... ¿A ti qué más te da que viva o muera? ¿Para qué quieres mujer? Las mujeres no sirven más que para dar disgustos, chico. Ve aquí por lo que yo no he querido casarme nunca».

Simón tiene mucho talento y es ya bastante crecido para andar solo. En fin exclamó suspirando la señora Miguelina, es de desear que de todo ese enredo no saque más disgustos que provecho. Después, para cortar en seco esta conversación, preguntó al viajero si comería en la mesa común.

Llenó, con mano trémula, el vaso de vino y lo apuró con ansia. Cuando los tertulios se despidieron y quedó solo con su querida, inició con voz alterada una explicación. Soledad, hija mía, me estás dando muchos disgustos.

Dos disgustos, al decir de Montalván, oscurecieron los últimos meses de la vida del genial poeta. Uno parece haber sido la muerte de su inquieto hijo Lope Félix, que se había hecho militar, sirvió en los tercios de la Marina y peleó bizarramente en varios encuentros. Pereció en un naufragio yendo en una expedición para pescar perlas en la isla Margarita.

Llegó a hacer una cada día, sin faltar a sus deberes de mujer hacendosa; y esta gran manifestación de su genio calcetero, casi casi la envaneció. Se le había cansado mucho la vista con los disgustos y las tareas, y también había perdido la mitad del pelo, por lo cual usaba anteojos mientras trabajaba, y cofia a todas las horas del día.