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Con esta serie, siempre necesaria para que el cuadro se pinte, se pueden combinar diferentes series de causalidad final. El artista puede haberse propuesto las que siguen. Lucir su ingenio y esto para adquirir fama, y la fama para disfrutar el placer que se experimenta con una nombradía gloriosa.

La luz creciente no servía más que para esclarecer su semblante hosco. Se preparaba un día desapacible, como los que acostumbran a disfrutar los habitantes de Nieva la mayor parte del año.

Donde comienza este dilapidado muelle, á veces cubierto por la marea, se alza un espacioso edificio de ladrillos, desde cuyas ventanas se puede disfrutar de la vista de la escena poco animada que presentan las cercanías, y de la abundante hierba que crece por todas partes, y han dejado tras los muchos años y el escaso movimiento comercial.

En estas sociedades que descansan, todavía, sobre el lujo y la miseria, sobre la ociosidad de los unos y el trabajo de los otros, lo que los padres quieren procurar a sus hijos no es la capacidad para producir, sino la capacidad para disipar, la posibilidad de disfrutar sin producir, en una palabra: la riqueza.

Te están contemplando los ojos curiosos, pero compasivos, de una mujer: no es la mano del pescador, no. ¿Qué quiere aquélla? Sólo veros, saludaros y que os contemple su hijo, dejándoos disfrutar de vuestro elemento natural, y deseándoos salud y prosperidades. A veces no hay necesidad de errar á mucha distancia: todo lo encontramos en un mismo sitio.

Pero el viejo patrón, ó no oyó las advertencias, ó se hizo sordo á ellas, que es lo más probable, por disfrutar algunos instantes más de la presencia de sus compañeros. ¡Que suelte! le volvieron á repetir más alto. Y nada: el viejo, clavado como una estatua á la orilla del mar, no soltó el cabo.

De ningún modo. El futuro está aun lleno de otras pruebas, y finalmente de buen éxito. ¡Hay aun felicidad de que disfrutar! ¡Hay aun mucho bien que hacer! Cambia esta vida falsa que llevas por una de sinceridad y de verdad.

Stäel en un libro que ayer leí, que para compenetrarse con la Naturaleza es preciso amar a la religión. ¡Oh! ¡! es indispensable la religión para disfrutar de los beneficios que Dios proporciona. Por otra parte, ¿no llena nuestros corazones por entero? ¿No es todo amor? ¡Oh! ¡cuánto compadezco a las almas heladas y secas, que no han sido calentadas jamás por su divino entusiasmo!

Pero aunque y yo ¡oh hija de Dandapani! lográsemos revestirnos de juventud perpetua y disfrutar perenne salud, viviendo unidos y enamorados siempre, nunca seríamos felices, como no fuésemos egoístas.

Á pesar de lo viejo, de lo contrahecho y sombrío que era, no me pareció un sueño extravagante la idea de que yo podía gozar también de esta simple felicidad, esparcida en todas partes, y de que toda la humanidad puede disfrutar. Y por eso, Ester, te albergué en lo más recóndito de mi corazón, y traté de animar el tuyo con aquella llama que tu presencia había encendido en mi pecho.