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El novillo suelto, persiguiendo a las jornaleras ebrias, hacía prorrumpir en ruidosas carcajadas a una juventud que, bebiendo vino, desbravando caballos y discutiendo mujeres, esperaba el momento de heredar la riqueza y la tierra de todo Jerez... ¡Pero, qué buena sombra tenía el tal Luis! ¡Y pensar que ellos no habían presenciado aquella broma!

Repasó la lista de sus escasas relaciones, discutiendo consigo misma cuál conceptuaba ella capaz de hacer un servicio al prójimo, pero como se trataba de un servicio tan extraordinario, veíase obligada a eliminar nombres, unos por ser de personas tan pobres como ella, otros por poca simpatía, o ninguna confianza.

Había cerrado la noche, una noche obscura como boca de lobo, pues la luna se había ya puesto y el cielo estaba cubierto de grandes nubarrones, que un viento cálido empujaba hacia el golfo de Carpentaria. Los chinos habían ya suspendido el trabajo, y después de cenar se habían agrupado en la playa, discutiendo animadamente con el Piloto y con Hans.

Había tal resolución en su negativa, se reflejaba de tal modo en su rostro la dolorosa extrañeza, que Alicia creyó inútil insistir. Está bien; no hablemos más. Conozco tu carácter, y que permaneceríamos aquí discutiendo muchas horas sin resultado. Yo buscaré el medio de devolverte lo que es tuyo.... ¡Adiós, Miguel!

Tonterías contestaba severamente Polsikov . No lo que puede encontrarse en ella. Del color del betún... No, amigo; careces de gusto. La negra es una cosa... Hasta entonces no había pensado nunca en las negras, y no acertaba a dar con la definición justa. ¡Tienen temperamento! Pero Polsikov no se dejaba convencer y seguía discutiendo.

Segismundo no participaba de tal opinión, y estuvieron discutiendo sobre esto con selectas razones de una y otra parte, quedándose cada cual con sus ideas y su convicción, y resultando al fin que la fruta cruda bien madura es cosa muy buena, y que también lo son las compotas, si el repostero sabe lo que trae entre manos.

Ester, y me dijo que se había estado discutiendo en el Consejo si se podría quitar de vuestro pecho, sin que padeciera la comunidad, esa letra escarlata que ostentáis. Os juro por mi vida, Ester, que rogué encarecidamente al digno magistrado que se hiciera eso sin pérdida de tiempo. No depende de la voluntad de los magistrados quitarme esta insignia, respondió tranquilamente Ester.

Pasaban el tiempo discutiendo acaloradamente, cambiando insultos y buscándose á continuación, como si no pudieran vivir el uno sin el otro. Este no se batía por la libertad de tales ó cuales pueblos. Tenía la vista larga: no era miope y egoísta, como su amigo «el catalán». Daba su sangre por que el mundo entero fuese libre y desapareciesen todas las monarquías.

Permanecimos juntos largo rato discutiendo la situación. La razón de su odio a Dawson no quería decirla, pero esto no me causaba sorpresa alguna, porque en su actitud veía el deseo de ocultar algún secreto del pasado de su padre.

En invierno, cuando descansaban sus ídolos, vivía en Jerez al cuidado de sus haciendas, y este cuidado consistía en pasarse las noches en el Círculo Caballista, discutiendo acaloradamente los méritos de su matador y la inferioridad de sus rivales, pero con tal vehemencia, que por si una estocada recibida años antes por un toro, del que no quedaban ni los huesos, había sido caída o en su sitio, tentábase por encima de la ropa el revólver, la navaja, todo el arsenal que llevaba sobre su persona, como garantía del valor y la arrogancia con que resolvía sus asuntos.