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Diles á esos señores tan buenos que me contesten directamente. Podría llegar el telegrama ó la carta á tu «villa» mientras estas fuera, ¡y yo sin saber nada horas y horas!... No; que se dirijan á . Todos los días, al salir, le encargo á mi jardinero que si llega un telegrama me lo traiga al Casino. ¡Figúrate mi impaciencia!... Di que vas á hacer eso. Prométeme que no lo olvidarás.

Si suponemos pues que no se tiene idea alguna de otra vida distinta de la presente, ni de otro mundo que el que está á nuestra vista, ni de otros vivientes que los que moran con nosotros en la tierra, el hombre fingirá gigantes, fieras monstruosas, y otras extravagancias por este estilo; mas no seres invisibles, no revelaciones de un cielo que no conoce, no dioses que le ilustren y dirijan.

Dirijan ustedes una mirada a su alrededor; y si esta noche tienen tiempo de observar, si se encuentran de buen humor, si no han perdido el dinero en la Bolsa o escuchado un mal discurso en la Cámara, si su amante no les ha hecho traición o su esposa no les ha armado querella, si han comido bien, en compañía de personas de ingenio o, lo que es aún mejor, de verdaderos amigos, tomen asiento en la orquesta de la Opera; dirijan sus gemelos no hacia el escenario sino hacia las galerías, al anfiteatro y sobre todo a los palcos principales. ¡Qué cuadros tan variados, cuántas escenas de comedia y, con frecuencia, hasta de drama!

La mayor parte de las profesiones demandan un hombre entero, para ser desempeñadas cual conviene; si se olvida esta verdad, las fuerzas intelectuales se consumen lastimosamente sin producir resultado: como en una máquina mal construida se pierde gran parte del impulso por falta de buenos conductos que le dirijan y apliquen.

Don Germán les dice al oído algunas palabras y les ordena que cada uno por su lado se dirijan a la puerta sin llamar la atención de los convidados. Así lo hacen, pero cuando ya han subido al carruaje, alguien les hace traición; los invitados se enteran, se lanzan a los balcones y les hacen una delirante ovación.

Visitamos el buque en todas las direcciones, se me explican sus maravillas, se me narra la curiosidad europea que ha despertado por su nueva construcción y mientras contemplo sus cañones poderosos, sus flancos de acero, su lanzatorpedos, sus ametralladoras, todos esos bárbaros elementos de destrucción, recuerdo con alegría que, hace ya muchos años, buques de guerra argentinos surcan los mares, sin que la paz, que es nuestra aspiración y nuestra riqueza, haya sido turbada. ¡Sea igual el destino del Brown; que sus cañones no truenen sino los días de ejercicio, que su bandera respetada y amada por todos los pueblos de la tierra, no se ize jamás a su mástil en son de guerra, y si la agresión la hace inevitable, que el pecho de los hombres que lo dirijan sea tan fuerte como sus escamas de hierro, que lo sepulten en el Océano antes de arriar el pabellón blanco y celeste!

Es verdad que a ninguno fusila; eso estaba reservado a Rosas, jefe también del partido católico, pero los veja, los humilla, los ultraja, lo que no estorba que todos los viejos y las beatas dirijan sus plegarias al cielo por que la victoria a sus armas. Pero la historia de Gutiérrez no concluye aquí. Quince días después recibe orden de salir desterrado con escolta.