United States or Bulgaria ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Digno señor! exclamó el médico que se había adelantado hasta el pie del tablado, piadoso Sr. Dimmesdale, ¿sóis realmente vos? , , seguramente que . ¡Vaya! ¡Vaya! Nosotros, hombres de estudio, que tenemos la cabeza metida en nuestros libros, necesitamos que se nos vigile. Soñamos despiertos, y nos paseamos durmiendo. Venid, buen señor y amigo querido; dejadme que os conduzca á vuestra casa.

He estado velando á un moribundo, respondió Ester, he estado junto al lecho de muerte del Gobernador Winthrop, he tomado las medidas para su traje, y ahora me dirijo á mi habitación. Sube aquí, Ester; ven tu con Perlita, dijo el Reverendo Sr. Dimmesdale. Ambas habéis estado aquí antes de ahora, pero yo no me hallaba á vuestro lado. Subid aquí una vez más, y los tres estaremos juntos.

Pero siempre está allí el muro abierto, y junto á él el enemigo artificioso que, con cautela y á hurtadillas, trata de obtener de nuevo una victoria más completa. La lucha, si hubo alguna, no es preciso describirla; baste decir que Dimmesdale resolvió emprender la fuga, y no solo.

Vd. tiene que ser un extranjero recién llegado, amigo, le respondió el hombre, dirigiendo al mismo tiempo una mirada curiosa al que hizo la pregunta y á su salvaje compañero, de lo contrario habría Vd. oído hablar de la Señora Ester Prynne y de sus fechorías. Ha sido motivo de un gran escándalo en la iglesia del santo varón Dimmesdale. De veras, replicó el otro.

Dimmesdale que veía al buen padre Wilson rodeado de un halo ó corona radiante como la de los santos varones de otros tiempos, lo que le daba un aspecto de gloriosa beatitud en medio de esta noche sombría del pecado. Dimmesdale se sonrió, mejor dicho, se echó á reir ante tales ideas sugeridas por la luz de la linterna, y se preguntó si se había vuelto loco. Cuando el Reverendo Sr.

Y como nuestro buen Gobernador Winthrop falleció también anoche, y fué convertido en ángel, de seguro que se creyó conveniente publicar la noticia de algún modo. No; nada he oído acerca de ese particular, contestó el ministro. En su última y singular entrevista con el Sr. Dimmesdale, se quedó Ester completamente sorprendida al ver el estado á que se hallaba reducido el ministro.

Gracias á esa inesperada revelación, en todas sus relaciones subsecuentes con el Sr. Dimmesdale, parecía que lo más recóndito del alma del joven ministro estaba visible á los ojos del médico para que pudiese observar y estudiar sus más íntimas emociones.

Mientras padecía corporalmente, con el alma corroída y atormentada por alguna causa tenebrosa, y entregado por completo á las maquinaciones de su más mortal enemigo, el Reverendo Sr. Dimmesdale había ido alcanzado una brillante popularidad en su sagrado ministerio. En gran parte la obtuvo seguramente merced á sus padecimientos.

Sin embargo, tal era la abstracción de sus miradas, que podía pensarse que el Sr. Dimmesdale ni aun siquiera oía la música. Allí estaba su cuerpo marchando adelante con vigor no acostumbrado. ¿Pero dónde estaba su espíritu?

Dimmesdale y este excelente y anciano diácono, solo merced á la más cuidadosa circunspección y casi haciéndose violencia, evitó el ministro proferir ciertas reflexiones heréticas que se le ocurrieron sobre varios puntos religiosos. Temblaba y palidecía temiendo que sus labios, á despecho de mismo, emitiesen algunos de los horribles pensamientos que le cruzaban por la mente.