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No, no: yo no nada del asunto ese... ¿Y está segura la Celedonia del nombre? Pregúntaselo... Dos o tres veces repitió: «Dile a tu señora que ha estado aquí D. Romualdo». Interrogada la chiquilla, confirmó todo lo expresado por Doña Paca.

2 Habla a Aarón, y dile: Cuando encendieres las lámparas, las siete lámparas arderán frente a la faz del candelero. 3 Y Aarón lo hizo así; que encendió contra la faz del candelero sus lámparas, como el SE

4 y dile: Guarda, y repósate; no temas, ni se enternezca tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el furor de la ira de Rezín y del sirio, y del hijo de Remalías. 5 Por haber acordado maligno consejo contra ti el sirio, con Efraín y con el hijo de Remalías, diciendo:

Tal vez por esto don Juan cambió de conversación. Di, Manuela, ¿y Juanito? En la tienda. Si tengo tiempo entraré a verle. Dile que venga mañana. Aunque sea un grandullón, no quiero privarme del gusto de darle el aguinaldo como cuando era un chicuelo. El viejo, al decir esto, ya no mostraba la sonrisa irónica y parecía hablar con sinceridad. También irán a verte las niñas y Rafael.

Me han puesto al frente de este pelotón de buenos muchachos; ¿quieres venirte con nosotros? Diciendo esto, señaló a los esclarecidos varones que le seguían, los cuales, o yo me engaño mucho, o eran la flor y nata de Ibros, Sierra de Cazorla y Despeñaperros, todos gente de ligerísimas piernas y manos. Dile las gracias por el ofrecimiento, y seguí mi camino.

La mamá le dijo con muy buenas palabras que no volviese por aquí, que no pensase más en mi persona; pero ¡que si quieres...! Me asomo al balcón, y ¡cataplum! allí está en la esquina mi hombre, con una cara tan desmayada, que da risa; salgo a paseo, y siempre que vuelvo la cabeza veo tras de al moscardón, con un aspecto que no parece sino que cualquier día va a subir al Miguelete para tirarse de cabeza, ¡Pero, hombre, que tienes amistad con él y te hace caso, dile que no sea tan pesado!

Hícele cuartos y dile por sepultura los caminos. Dios sabe lo que a me pesa de verle en ellos haciendo mesa franca a los grajos, pero yo entiendo que los pasteleros de esta tierra nos consolarán, acomodándole en los de a cuatro.

Dile que haga las compras en seguidita, que te entregue los paquetes, y tomas el tren unas horas después. Te doy cinco días para ir y volver. Puso el chileno un rostro grave al escuchar estas órdenes. Debía ser una misión de gran importancia la que le confiaba su patrón, y se sintió orgulloso de que hubiese pensado en él.

Rostro de virgen... instruída, inteligente, modesta... no digo ella; su misma institutriz es una persona ejemplar... una verdadera perfección... Créeme, dedícate a estudiarla... ¡obsérvala, hijo mío! Se lo prometo a usted, tía. Bueno, ahora vete, tengo que escribir... mira, dile a Beatriz que venga.

Dile las gracias, y tan satisfecho me retiré del resultado de mis investigaciones, que el mismo día decidí marchar a Córdoba cuando estuviera restablecido. ¿Me seguirán ustedes, o, fatigados de estas aventuras, dejarán que marche solo a resolver cuestiones que a nadie interesan más que al que esto escribe?