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Era un muchacho bueno, digno de ser feliz, ¡pero si fuera una a creer en todos los juramentos de desesperado!... Ese lo hizo tal como lo decía... ¡Qué loco! Y lo peor es que como él he encontrado otros en el mundo. Ya no dijo más. Rafael respetó su silencio.

Terminado el primer capítulo, conocidas las «Tribulaciones de un marido en Francia», pasó inmediatamente el maestro a leer con ansiosa rapidez el «capítulo segundo y último». Digno «pendant» del otro, titulábase... «Tribulaciones de un padre en la Argentina»...

Al hablar con un fuego digno del asunto, la señorita Campbell lanzaba de tiempo en tiempo una mirada furtiva sobre Elena y sobre . Mi querida niña dije á mi hermana ¿tienes confianza en ? , Máximo, tengo mucha confianza en ti.

Entré sola, y debí entrar con mal pie. ¿No ha notado el señor comisario cómo algunas veces todo nos sale torcido, y cuando queremos agradar ofendemos á las gentes, lo mismo que si un demonio nos guiase?... El comisario no se dignó contestar.

No tomaré ningún regalo hasta el día en que os caséis, ¿sabes, niño? Luego, llena de magnanimidad, se dignó darle algunos preciosos consejos para que su horóscopo feliz no se retrasase.

También en cuatro diálogos, que se atribuyen sin fundamento á San Agustín, se desenvuelve este tema de igual manera . Es digno de observarse, no sólo su forma, ya casi dramática, sino también su índole especial, que nos hace sospechar si debió representarse mímicamente.

No, replicó Dimmesdale llevándose la mano al corazón, con una rápida rubicundez en la frente y una contracción de dolor en el rostro, si yo fuera más digno de ir allí, tendría más satisfacción en trabajar aquí. Los hombres buenos siempre se forman de propios una idea demasiado mezquina, dijo el médico.

Había dicho á sus oyentes que él era un sér completamente abyecto, el más abyecto entre los abyectos, el peor de los pecadores, una abominación, una cosa de iniquidad increíble; y que lo único digno de sorpresa era que no viesen su miserable cuerpo calcinarse en su presencia por la ardiente cólera del Todopoderoso. ¿Podía darse un lenguaje más claro que éste? ¿No se levantarían los oyentes de sus asientos, por impulso simultáneo, y le harían descender del púlpito que estaba contaminando con su presencia?

El amor paternal que siente D. Antonio por el niño que ha recogido, sin que Soledad se haya valido de maña ni de astucia para que le recoja y le ame, hace ya a D. Antonio digno de veneración y simpatía.

Pero aun más que de su gloria artística, ocupóse Currita, a fuer de mujer elegante, del marco que había de encerrarla, instalando en su casa un estudio lujosísimo, digno de Fortuny o de Pradilla, Delaroche o Makart.