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iY bien! dignate de hacer confianza de mi; cuentame algunas cosas para pasar el rato: te he oido hablar vagamente sobre lo que sucedio en otros tiempos en esta misma torre.

Aunque Fabrice no abría jamás las que recibía su mujer, no era verosímil que el marqués escribiera a Beatriz sin tomar excepcionales precauciones, y fue así que al cabo de algunos días llamó la atención de Calvat el gran número de las que llegaban en esta forma: «Señora Jacques Fabrice; para entregar a la señora vizcondesa de Aymaret»; y estimularon tanto más sus sospechas, cuanto que la letra parecía evidentemente contrahecha: decidióse a abrir una, y encontróse con que, efectivamente, era toda del puño de Pierrepont: he aquí su contenido: «Querida Beatriz, , esta existencia de engaños y traiciones es indigna de nosotros y me complace que opines sobre este punto como yo... En tanto que esta situación se prolongue, nuestra dicha no será más que una vana ilusión, nuestro amor no será otra cosa que un continuo sufrimiento... ¿Y no hemos ya sufrido demasiado?... Cree firmemente que soy tan incapaz como de buscar frases hipócritas para engañar mi propia conciencia... Somos culpables, lo , pero, ¿qué crimen de amor pudo encontrar mayores excusas?... ¿Se cruzaron jamás entre dos corazones honrados y sinceros parecidas fatalidades?... , somos delincuentes, pero somos también al propio tiempo víctimas de la contraria suerte... Sería realmente vergonzoso y criminal perseverar en esta vía de abominable duplicidad... ¡Huyamos, pues!... ¡Te lo ruego, alma mía, dígnate consentir!... Confía en ... he tomado todas las medidas... Todo cuanto un hombre puede hacer, otro tanto haré yo para que tu destierro sea un destierro de encantos... ¡Te adoro!

He visto sucederse el giro de las estrellas en la boveda celeste; he dirigido mi vista hacia ellas para ver si podia descubrirte; he recorrido la tierra para ver si encontraba alguna cosa que se te pareciese: dignate de hablarme finalmente; mira a esos espiritus que nos rodean que se enternecen al oir mis quejas; yo los miro sin terror y solo lo tengo por ti; dignate de hablarme aunque no sea sino para manifestar tu enojo; dime a lo menos... Yo no se lo que deseo; pero dejame todavia oir tu voz por la ultima vez.

Guarda silencio; y para mi es una respuesta cruel. Mi poder no va mas lejos. Principe del aire, tu solo puedes ordenarle el hacer oir su voz. Espiritu obedece a este espectro. iTodavia calla! no esta pues bajo nuestro imperio, pero pertenece a otros poderes. Mortal, tu pregunta es escusada, y nosotros estamos confusos igualmente que tu. iEscuchame! iAstarte, mi querida, oyeme y dignate hablarme!