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Capítulo XLII. Que trata de lo que más sucedió en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse Calló, en diciendo esto, el cautivo, a quien don Fernando dijo: -Por cierto, señor capitán, el modo con que habéis contado este estraño suceso ha sido tal, que iguala a la novedad y estrañeza del mesmo caso.

Vista esta confusión por todo el pueblo, los sacristanes huyendo y las cofradías de la misma suerte, fué tal en este punto el tropel y clamor de la voz popular, que se oyeron cosas dignas de escribirse...»

Los casamientos dicen los manuscritos que consultamos, se hacen según el ritual romano, pero en los preparativos hay muchas particularidades dignas de notarse.

Oíanse por las habitaciones inmediatas, a un lado el murmullo de la conversación pausada de los que esperaban, a otro el ruido que producían con sus últimos preparativos los criados. Poco después fueron tomando asiento los escogidos que habían de disfrutar con los duques el grato e íntimo solaz que ofrecía aquella fiesta de familia. Las personas convidadas eran pocas, pero dignas de ser citadas.

Qué lindo es eso! me respondió haciendo burla .Yo le daré en el calendario, y está canonizado, y apostaré a ello la cabeza." No pude porfiar, perdido de risa de ver la suma ignorancia; antes le dije que eran dignas de cualquier premio y que no había leído cosa tan graciosa en mi vida.

; pero si cesó de venir á mi cuarto, siguió teniéndome en su casa y sus atenciones, dignas de todo agradecimiento, no se interrumpieron.... Acaso permaneció alejada por delicadeza. ¿Por delicadeza? ¡Ah! Decididamente, no la conoces.

Estas palabras encierran varias cuestiones sumamente graves, dignas de ser examinadas con detenimiento. Parece que ; y si esta imposibilidad existe, el hombre no la conoce.

Las capitales de Europa eran dignas de su admiración, ¡pero Buenos Aires!... Pronto llegaremos, si Dios nos ayuda continuó alegremente . Allí se demostrará, galleguismo simpático, lo que usted vale y lo que lleva dentro.

Mas las apasionadas que se rinden, ¡cuán dignas de indulgencia!

Siempre estaba a la cuarta pregunta, y como pudiera sacarle a su tía alguna cantidad por medio de combinaciones dignas del mejor hacendista, no dejaba de hacerlo, y a la viuda se le requemaba la sangre con esto. Véase, pues, cómo se entendía mejor con el más antipático de sus sobrinos que con el más simpático. iii