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Los parientes de la difunta formáron causa criminal al doctor, el qual se escapó, y á mi me metiéron en la cárcel; y si no hubiera sido algo bonita, DO me hubiera sacado á salvamento mi inocencia.

En tanto, los cofrades habían sacado un tapiz negro, que habían extendido en el crucero, y sobre él habían puesto a la difunta, y a las esquinas del tapiz cuatro candeleros deslustrados, con unos trozos desiguales de amarillo cirio; y a un lado se había arrodillado la mujer, y junto a ella habíase echado el perro con el hocico entre las patas, y entrádose habían los hermanos de la Caridad en la sacristía.

¡Qué! ¡si todo Madrid está que lo ahogan con un cabello, y aquella casa parece un jubileo! dijo una de las viejas ; yo he sudado y me he estropeado para poder entrar donde está la difunta, y me han roto la saya; ¡si aquello es mucho! ¡y qué lujo! y allí están todos los cómicos del corral de la Pacheca, y los del coliseo del Príncipe, y los del coliseo de la Cruz, y muchos señores, y muchos grandes, y cuatro lacayotes con hachas, que diz que son del señor duque de Lerma, que diz era querido de la comedianta; y allí está también el inquisidor general y otros religiosos, todos rezando, y la sala hecha un ascua de oro de luces, y la calle que no cabe un alfiler de gente, y todos tristes, y todos llorosos; y están dando limosna á más y mejor en la puerta á todos los pobres que llegan. ¡Si parece que se ha muerto una persona real!

Acudió Lotario con mucha presteza, despavorido y sin aliento, a sacar la daga, y, en ver la pequeña herida, salió del temor que hasta entonces tenía, y de nuevo se admiró de la sagacidad, prudencia y mucha discreción de la hermosa Camila; y, por acudir con lo que a él le tocaba, comenzó a hacer una larga y triste lamentación sobre el cuerpo de Camila, como si estuviera difunta, echándose muchas maldiciones, no sólo a él, sino al que había sido causa de habelle puesto en aquel término.

Desde la sala donde estaba la niña difunta, las piadosas mujeres que le hacían compañía oyeron espantosa algazara, que al través del pavimento del piso superior llegaba hasta ellas, conturbándolas en su pena y devoto recogimiento.

Entre aquellos monumentos el mas interesante es la preciosa capilla griega ó de estilo bizantino ruso, llamada Mausoleo, que el duque reinante hizo construir en 1852 en honor de su esposa difunta, princesa de Rusia.

Luego que se cansaba de sus vanas pesquisas, cesaba de hacerlas y se dirigía a otros puntos del bosque; negra tristeza embargaba su alma, y a veces asomaban a sus hermosos ojos, harto involuntariamente, algunas lágrimas que no eran ya de las nacidas por el afectuoso recuerdo de su madre difunta.

Era la «Viuda del farolito» y al mismo tiempo era también la difunta Correa.

¡Mire que es de judíos lo que hicieron con Doña Sabelita! ¡De la misma cabecera de la difunta la echaron a la calle arrastrándola por los cabellos! ¡Y con qué palabras, Madre de Dios! ¡Ni siquiera la dejaron abrir el arca de su ropa para ponerse una pañoleta de luto! ¡Como no se halló nada en la casona, sospechaban que la ahijada tuviese escondido dinero y alhajas!.... DO

El coronel le llamaba «Alteza», como si fuese de una familia reinante y no un simple príncipe ruso. Pero esto era cuando había alguien presente, por una costumbre adquirida en tiempos de la difunta princesa Lubimoff, y para sostener el prestigio del hijo, al que conocía desde niño.