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Esto se decía pronto, pero hacerlo ofrecía serias dificultades. ¿A dónde daba el balcón del tocador? Al parque. ¿Cómo se podía entrar en el parque? Por la puerta. ¿Pero quién tenía la llave de la puerta? Una, Frígilis; con esta no había que contar. ¿Y la otra? Don Víctor.

Prescindiré tambien de las dificultades gravísimas que, contra la voluntad del autor sin duda, ofrece esta hipótesis á la explicacion del libre alvedrío: me ceñiré al exámen de las relaciones de dicho sistema con la cuestion que me ocupa.

eres rico é ignoras las dificultades del momento presente. ¡Lo que escasean las cosas! ¡lo caras que cuestan!... Yo, antes, tampoco sabía nada de esto... Y le envío paquetes de víveres de los mejores; y siento orgullo al decirle con mi pensamiento: «Es con el dinero que ha ganado mamá para ti... es con mi trabajoNo sonrías, Miguel.

Hoy, la verdad, lo que para un cajista cualquiera ofrecía ciertas dificultades, lo has aprendido en seguida y bien. Por otra parte, me parece una primada que a lo mejor te pases allí horas enteras sin sacar nada en limpio... En fin, chico, ayer se ha marchado uno de los correctores, el que iba de noche... ¿quieres la plaza? Si se lo digo al amo, te la da.

Los demas, como se lo hallan hecho, y no conocen las dificultades que se ofrecieron en la invencion, lo miran con indiferencia, y sin el aprecio que merecen descubrimientos tan útiles al género humano.

Por lo tanto, por una necesidad ineludible, así como el imán atrae las partículas de acero, del mismo modo nuestro hombre de negocios atraía hacia las dificultades con que cada uno tropezaba.

Una de las mayores dificultades que se tocaron en la tristísima memorable quiebra de la casa de Russell Sturgis, la más antigua y poderosa de cuantas hasta ahora han funcionado en Filipinas, fué la forma de llevar los libros contraria á lo que manda el Código.

En él se lee el siguiente pasaje, digno de llamar la atencion de todos los hombres pensadores. «Los dificultades y los obstáculos de todas clases contra los que lucha la filosofía, son visibles, y en vano los quisiéramos disimular.

El Duque de Medinaceli activaba ciertamente los alistamientos de gente, junta de navíos, acopio de municiones y raciones, haciendo asientos ó contratas á la vez en Sicilia, Nápoles, Génova, Cerdeña; encontraba, sin embargo, dificultades tan insuperables en las distancias y en las comunicaciones, como en las voluntades, que no se aunan llanamente.

Dejemos, no obstante, a Málaga y pasemos a Almería, muy apartada hasta hace poco del resto de España por las dificultades de los caminos, como allá en los tiempos del rey Almotacín, tan buen poeta y tan generoso protector de los poetas.