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De sus dos compañeros de dolor, el uno se retiraba para sufrir a solas, y era muy natural que tuviese interés en saber si Antoñita, cuya pena tanto se asemejaba a la suya, abandonaría también a su triste compañero de infortunio y dejándole llorar solo destruiría del todo lo que aún le recordaba su dichosa infancia, sus amores con Magdalena y su familia de antaño.

Mientras fue dichosa, su fisonomía movible y risueña, el alegre brillo de sus ojos hacía que no se pareciese tanto; pero ahora la desgracia y el dolor habían impreso en su mirada una melancolía profunda y en los rasgos de su rostro cierta expresión de fatiga, que eran las dos cosas que caracterizaban principalmente el semblante del conde de Onís.

Figúrate que el señor de Seligny es el padre de la infortunada de quien Adela recibió la vida. El matrimonio de Evrard y de Angélica estaba ya decidido, y, sin la infame perfidia de Maugis, esta familia viviría dichosa.

Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: -Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.

Oiga usted; le abandono el libre dominio de todos los bienes que usted posee. Viva, sea dichosa y rica; haga la felicidad de su familia, cuide de sus padres en sus últimos días, pero déjeme a don Diego. Nada es para usted todavía, según usted mismo me ha confesado. No ha sido su esposo, ha sido su médico, su enfermero, el ayudante del doctor Le Bris. Es todo para , señora, puesto que le amo.

Esta curiosidad me quema la sangre... Flojilla diferencia va de una cosa a otra... Si pecó, todo varía en , y no me rebajo yo a pedirle perdón; pero si no faltó... ¡ay!, la dichosa mona me tiene debajo de su pie como tiene San Miguel al diablo». De aquí pasaba a otro eslabón de ideas: «Y ahora estamos las dos de un color. A ninguna de las dos nos quiere.

Después juntó las manos y me dijo en voz baja y suplicante: »Dame tiempo, Roberto; he presumido demasiado de mis fuerzas; es necesario que me acostumbre a esta idea. »Pero me sentía tan embargado por mi reciente dicha, por una alegría tan loca, que creía poder obligarla por fuerza a ser ella también dichosa.

Yo hubiera debido robar á mi hija de la casa de V., y criarla conmigo, y hacerla dichosa, y darle mi nombre. Bendito sea Dios porque no ha sido así. ¡Criada mi hija por un impío! ¿Qué hubiera sido de ella? ¡Debe de ser repugnante una mujer sin religión! -No lo que será una mujer sin religión, ni hubiera sido mi propósito que mi hija no la tuviera.

Sería difícil explicarte... Yo misma no comprendo con claridad porqué ahora voy con inquietud a esa casa. ¡Y si supieras qué cariño les tengo! A Laura la adoro. No lo que daría por verla dichosa... Laura Aliaga es mi mejor amiga. ¡Ah, tu mejor amiga! Exceptuándote a ti, naturalmente... Pues bien, con todo esto, prefiero verlo en tu casa. En fin, ¿qué nueva prueba pretendes de mi amistad?

Olvidemos al mundo entero para ser el uno del otro; cerremos los oídos a todos los ruidos del mundo, tanto si vienen de la China como de París. Este es el paraíso terrestre; vivamos para nosotros solos bendiciendo la mano que nos ha colocado en él. Vivamos para nosotros dijo la joven y para los que nos aman. Yo no sería dichosa si no tuviese con nosotros a nuestra madre y a nuestro hijo.