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Doña Nicolasa Paredes, dicho sea en honor de la verdad, no comprendía muy bien el tuétano que encerraban las palabras de su hijo; pero agradecida á las cariñosas profecías de don Pablo Bragas, tendió un mantel y puso delante del amigo una taza de sopas en caldo gordo, que darían rabia á un teatino.
Estando, como queda dicho, mirándole todos, a deshora, entre las otras dueñas y doncellas de la duquesa, que le miraban, alzó la voz la desenvuelta y discreta Altisidora, y en son lastimero dijo: -Escucha, mal caballero; detén un poco las riendas; no fatigues las ijadas de tu mal regida bestia.
Dicho esto, retirose, y al día siguiente volvió para despedirse, pues aquella misma tarde se marchaba.
¡Qué, señor! ¿quién ha dicho que me han perdido?... ¡mienten! ¡mienten! ¡bah! ¡la reina está sana y buena! ¡Montiño! ¡qué decís de la reina! ¡Yo! ¡bah! ¡yo no digo nada de la reina! Sí, sí... hay algo en vos que me aterra, no sé por qué... vuestros ojos... vuestra voz...
Pasemos ya de materia tan funesta y describamos por último una visión que tuvo un neófito, por la cual mejoraron increíblemente las cosas de esta cristiandad y fué más gustosa que todo cuanto he dicho hasta ahora.
Suplicamos por amor de Dios Nuestro Señor, nos mande vuestra señoría dar dicho trigo del Pósito, con nuestro dinero, y de esta manera podremos sustentar nuestras vidas y hijos, y para esto al real oficio y á la clemencia de vuestra señoría ilustrísima imploramos para que se nos haga esta merced y limosna.
Me ocurre tambien una reflexion, á mi parecer digna de atencion, para no despreciar dicho puerto, y es, que en el caso de que los rios Negro y Colorado no dejen entrar embarcaciones en sus puertos por falta de fondo y otras incomodidades inevitables, vendrá á suceder que todo el peligro que en ellos considera S.M., recaerá en el puerto nuevamente descubierto, lo que pide una deliberacion muy séria y prudente.
Decidme de qué se me acusa y veré si puedo responder ahora con entera franqueza. Marta pareció ofendida por aquella resistencia y permaneció algunos minutos muda. Después dijo, como adoptando una brusca resolución: Elena no es la hija de la señora Bruinsteen; es hija de un oficial de húsares, y tuvo como nodriza una campesina, en Elterbeck, cerca de Bruselas... ¡Dios mío! ¿quién os ha dicho eso?
Dicho esto, besó a Luisa, y cogiendo de un brazo a Marcos Divès y del otro a Jerónimo, se dirigió a su casucha, seguido del resto de la comitiva, que repetía a coro los sublimes cantos del anciano.
No se habrá hecho; pero se va a hacer ahora; mejor dicho, ya se está haciendo. ¿Ya?... Sí; le estamos haciendo tú y yo; un testamento moral entre dos hombres honrados.... Testo yo, y tú asientes; recibes mi legado y juras cumplir mi voluntad.... ¿Te figuras que estas condiciones que te impongo iban a constar en papeles?
Palabra del Dia
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