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Según las crónicas de dicha orden, el año 1605, ya fuese por escasez de Misioneros ó ya por ser el pueblo demasiado pequeño, quedó agregado al de Tayabas permaneciendo así hasta el año 1743, desde cuya fecha existen datos exactos. Los límites jurisdiccionales de Sariaya, abarcan un diámetro de unas cinco leguas en su mayor extensión, de terrenos llanos de pasto y de labor.

Y si por dicha llegaba a celebrarlos con olímpica benevolencia, el poeta peregrino se llenaba de entusiasmo, de fe y de aliento para atreverse a mayores cosas y ser en su tierra trasunto, arrendajo, o copia en menor escala, guardando siempre la proporción debida, de aquel a modo de numen tutelar de que había acertado a proveerse.

Yo entiendo que la cándida y sencilla apología que acabo de citar, basta para prueba de cuán benéfico fué para los indios el triunfo de España sobre ellos. Dicha sencilla y cándida apología vale más que las declamaciones pomposas. Los hechos posteriores la confirman plenamente.

Sensacion de la Extension. La vista no percibe nada que no sea extenso; la extension es de todo punto inseparable de dicha sensacion.

Hecho esto, será justo que la parte infundada ceda, y si ambas lo fueren, será el caso de dicha instruccion.

Di. ¿Por dicha es nuestro alfaquí, Que compone los casados? El habla entre su canalla; Que aquí no si conmigo Osara el perro enemigo Cuerpo a cuerpo hacer batalla: Que no hay una hormiga en él, Ni en otros diez, para Arráez. NARV. Aquí tienes a Narváez, Moro villano y cruel. Desnuda presto la espada. ARR. ¡Ay de ! Vendido soy. Señor, a tus pies estoy, Y te la rindo envainada.

En seguida, según estaba anunciado, la procesión subiría a iglesia del Carmen, edificada sobre un cerro, que domina dicha plaza, y donde se ven y persisten aún sus ruinas, después del terremoto horrible que la destruyó en 1755.

En esta última había un esfuerzo doloroso, una frialdad abstracta, y en rigor algo enfermizo, una exaltación malsana; y en lo que estaba pasando ahora ella era pasiva, no había esfuerzo, no había frialdad, no había más que placer, salud, fuerza, nada de abstracción, nada de tener que figurarse algo ausente, delicia positiva, tangible, inmediata, dicha sin reserva, sin trascender a nada más que a la esperanza de que durase eternamente. «No, por allí no se iba a la locura».

Desempeñó su ministerio apostólico con gloria inmortal, y murió en olor de santidad en Zaragoza en 25 de Junio de 1643: fue depositado su cadáver en dicha capilla del Salvador y al año siguiente trasladado a la Iglesia de Moyuela.

Los que han tenido la dicha de ver, ora realmente, ora en extática figuración, el cielo abierto y en él las cohortes de ángeles voladores cantando las alabanzas del Señor, no ponen de seguro una cara más radiante que la que puso Milagros al oír aquel venturoso anuncio. Pero...