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¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta? ¿Cómo he de declararme impecable? Paco, ; la conciencia me acusa, pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme? No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia? Soy vanidosa, lo confieso.

Dices que no puedes estar en todo, y yo pregunto que por qué razón no ha de limpiar Paquito los cubiertos cuando viene de la clase. ¿Pues qué? ¿Un señor licenciado desmerece por esto? Pues su padre lo ha hecho y lo hará cuando recobre la vista... También estoy seguro de que no haces quitar a los niños los zapatos cuando vienen del colegio, y ponerse los viejos.

12 Y dijeron: Devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como dices. 13 Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su hacienda a todo varón que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! Y alabaron al SE

Además, creo que aunque quisieras obrar de otro modo no sabrías, pues no se pierden así en pocas semanas las costumbres adquiridas en el transcurso de diez y ocho años. Pero, ¿no le dices nada a Antoñita?...

No te negaré yo que era algo esprit fort en su mocedad pero ya se habrá enmendado. Por lo demás, siempre fué el Comendador pundonoroso, hidalgo y bueno. ¿Qué tienes que decir contra su moralidad? Cállate, Valentín, que no dices más que sandeces.

Solamente en tus entendederas, que son tan romas como tus narices, cabe el haber creído que una representación era una realidad. ¡Representación! repuso Momo . Siempre dices que aquello era fingido.

ELECTRA. ¿Y qué le dices, hombre? MÁXIMO. Hablo con el tío... Bueno: supongamos que has hablado ya con todos los tíos del mundo... Después... MÁXIMO. No te importe el procedimiento. Ten por seguro que te tomaré bajo mi amparo, y una vez que te ponga en lugar honrado y seguro, procederé al examen y selección de novios. De esto quiero hablar contigo ahora mismo. ELECTRA. ¿Me reñirás?

No estés tan de prisa, amigo, que este bosque es tan mío como tuyo; y si dices una palabra más, te lo echo abajo en un cuarto de hora. Eso quisiera ver dijo el gigantón.

Pues lo que es ella, maldito si se hubiera quedado por ti, ni por , ni por el lucero del alba. Y nosotros, ¿qué obligación tenemos de asistirla? No parece sino que.... ¿No dices que eres amigo de Gonzalvo? pronunció Lucía clavando los ojos en su marido. Amistad, así... de sociedad; ¿qué sabes de esas cosas? Amistad, como hay muchas. Pues entonces, ¿por qué vivimos juntos con los Gonzalvo?

¿Qué dices ahí? exclamó la señorita Guichard con voz temblorosa por la cólera. Cálmate y escucha. Lo he descubierto todo hace un instante. Roussel es quien ha aconsejado y preparado el plan. ¡El miserable! Su coche espera al lado de la puertecilla del jardín y va á servir á los recién casados para alejarse de aquí. ¿Y qué hacer para impedírselo? No perder de vista á tu sobrina.