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Pero como Diana, aunque algo mayor que ella, había sido su compañera de infancia, no le guardaba rencor por su falta de corazón, y atribuía sus saetazos a una necesidad de ironía natural en su carácter. Sin embargo, hoy Diana acababa de herir un punto sensible. ¿Por qué le había dicho todo aquello? María Teresa, humildemente, se interrogaba: ¿acaso no podía ser amada por ella misma?

Dime, Martholl y se volvió hacia su amigo que se había sentado entre María Teresa y Diana, ¿Puede verse algo más hermoso, más encantador que este grupo de niñas? Se diría que están vestidas con pétalos de flores, tan delicados son los colores que llevan. Huberto se sonrió asintiendo, en tanto que su mirada contemplaba con manifiesta satisfacción el pequeño círculo.

Lisardo, uno de sus caballeros, es de la misma opinión; pero Roberto la contradice ardorosamente, alabándose de guardar tan bien á su hermana Diana, que ningún caballero logrará nunca llegar hasta ella.

Escribió la historia de Jarifa y Abindarráez, Montemayor, autor de la Diana, aficionado a nuestra lengua, con ser tan tierna la suya, y no inferior a los ingenios de aquel siglo; de su prosa, tan celebrada entonces, saqué yo esta comedia en mis tiernos años.

Con cualquier motivo, citaba a lord Chestermund, en cuyo castillo cazaba zorros en Escocia, y su mayor satisfacción era ser tenido por inglés. Cuando María Teresa y Diana llegaron, estallaron las exclamaciones de alegría y los saludos ruidosos. Martholl, como no jugaba jamás sino con James Milk, que no era del match, abandonó el juego y se apresuró a ir a hacer su corte.

Aun con palabras mal empleadas revelaba pensamientos sanos. Un clásico hubiese dicho de ella que era hermosa como Diana, amante como Alcestes, compasiva como Antígona, y, sobre todo, enamorada como Cloe.

Esta violenta zeugma procede de haber querido versificar rápida y literalmente el pasaje de la Diana: "Soy de los abencerrajes de Granada, en cuya desventura aprendí a ser desdichado, y por que sepas cuál fué la suya..." Pág. 308 a y b. no quiso. Falta el sujeto, que tenemos que ir a buscar a la Diana.

Magnífica estatua... original pensamiento... oye: «La Aurora suplica a Diana que apresure el curso de la noche...». Ana aplaudió y atravesó el umbral. Don Víctor entró detrás diciéndose a mismo en voz alta: ¡Hija mía! Es otra.... Ese Benítez me la ha salvado.... Es otra.... ¡Hija de mi alma! Cenaron en la vajilla de los marqueses. Los dos tenían muy buen apetito.

Los doce versos que canta Abindarráez están tomados de la Diana, sin más modificación que la introducida en el v., que allí dice: "mas fuy de Alora frontero." Diana, 387 a. 'Cinco. Parte XIII.

De preocuparnos muy poco de sus sufrimientos; nosotros, los burgueses, los ricos de hoy, no comprendemos mejor nuestro deber que los nobles el suyo antes de la Revolución. Yo soy de la opinión de Mabel dijo Diana. Me pregunto ¿qué otros privilegios podría reclamar el pueblo: acaso cualquiera, por pobre que sea, no llega, si tiene carácter y ambición, a ser rico y obtener todo lo que quiere?