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Entonces los traviesos y regocijados amores que en mi seno dormían se despertaron en tumulto y se pusieron a tocar diana, como si saliese para ellos la aurora de un nuevo día, con cuyo anuncio querían levantar y alborozar mis sentidos y potencias. En mi pensamiento ya no podía yo estar más rendida ni ser de nuevo más tuya.

La pobre señora Aubry, que no tenía las mismas razones que María Teresa para recibir alegremente estas confidencias, quedó desolada. Cuando la señora Gardanne y Diana hubieron partido, llamó a su hija, y su aire afligido probó a María Teresa que su tía y su prima se habían complacido en hacer el mismo relato.

Pero antes de quedarse solo con Juana, Jacobo había tenido tiempo de hacerse algunas reflexiones amargas; parado frente a ella, parecíale, tanto le había sorprendido su elegante belleza, que la veía por la primera vez. Llevaba con la castidad de Diana la moda indecorosa de aquella época, y mostraba fuera de su estrecha bata obscura, su busto casi entero y su brazos flexibles y puros.

Para volver al castillo, tenía por costumbre, dejando los caminos principales del bosque, tomar uno que él llamaba de Diana, y que acortaba la distancia. Atravesaba un espeso bosque que formaba recodo con el antiguo parque, y del que debía hacerse un jardín; mientras tanto, permanecía inculto y formaba un bosquecillo tupido y solitario.

No eran las muñecas sólo lo que le llevaban los niños, porque ese caballero de la lámina que mira a la diosa con cara de emperador, le trae su cochecito de madera, para que Diana se monte en el coche cuando salga a cazar, como dicen que salía todas las mañanas. Nunca hubo Diana ninguna, por supuesto.

Rocafort obedeció, y dejando para la guarnicion de la armada quinientos Almugavares, con lo restante de la gente tomó el camino de Epheso, adonde llegó acompañado de Montaner dentro de dos dias. Esta ciudad es una de las más señaladas de toda el Asia por su famoso templo dedicado á la diosa Diana.

Si pudiesemos Escaparnos, señor, por otra via, El cielo sabe si me holgaria; Mas pues no puede ser segun yo veo, Y está ya mi muerte tan cercana, Lleva de nuestras vidas el trofeo, Y no la espada perfida Romana, Mas pues que he de morir, morir deseo En el sagrado templo de Diana: Alla nos lleva, buen señor, y luego Entreganos al hierro, al lazo y fuego.

La recuerdo siempre en la casa sombría de su padre, y a su recuerdo uno el de la Diana Vernon de Walter Scott. Al mismo tiempo que la conocí leí la obra del novelista escocés, y no puedo pensar en mi querida muerta sin recordar la figura literaria del gran escritor. Cuando ella murió me decidí a dejar Francia y a volver a Lúzaro con mi hija y con Allen, que no quería separarse de .

Aunque el literato sea algo menos raro, hoy, que tanta gente se entromete a escribir, es, sin embargo, un artículo suyo muy buscado en el mundo; se lo arrebataban. Las mujeres lindas adornan, es cierto; pero los hombres de talento adornan de un modo más interesante. Usted quiere enorgullecerme, señorita Diana. Esta acogida me confunde.

23 Entonces hubo un alboroto no pequeño acerca del Camino. 24 Porque un platero llamado Demetrio, el cual hacía de plata templecillos de Diana, daba a los artífices no poca ganancia; 25 a los cuales, reunidos con los obreros de semejante oficio, dijo: Varones, sabéis que de esta ganancia tenemos nuestras riquezas;