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El pobre diablo acababa de llegar de Terranova y a fin de mes partía para los mares de la China, donde había de permanecer cinco años, y encontraba muy natural abrazar a su mujer, entre dos viajes. La librea de sus criados le hizo guiñar los ojos, y los esplendores de su mobiliario le acabaron de deslumbrar.

Pasó adelante don Quijote, y preguntó a otro su delito, el cual respondió con no menos, sino con mucha más gallardía que el pasado: -Yo voy aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mías, y con otras dos hermanas que no lo eran mías; finalmente, tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela, tan intricadamente que no hay diablo que la declare.

Así, Mefistófeles es chico diablo. Aunque sabe y puede bastante, está en una posición relativamente humilde, en la jerarquía de los espíritus. Se columbra que Goethe comprende a Dios por cima de la naturaleza, y llenándola toda e infundiendo en ella la hermosura y la vida.

Lea le miró con tranquilidad. ¿Y después? Nada más. La cantante se levantó y ambos quedaron cara á cara, sin contenerse ya y respirando el odio y la violencia. ¡Por el diablo! ¡Si no escribes, estúpida, te aplasto. Cogió la mano de aquella mujer y la apretó con toda su fuerza. Lea enrojeció de dolor y de cólera y trató de desasirse, pero él la tenía como con una tenaza de acero.

Le dijo que ella le sostenía y guiaba por la senda de orden y de conducta juiciosa que él había emprendido, y que, no bien ella le dejase, descarrilaría él de nuevo, y sólo Dios o el diablo sabía en qué infernales abismos podría él hundirse.

Por cima del diablo, así como hay bien, hay mal inmensamente mayor de que Mefistófeles no podrá jamás curar el alma de Fausto. Fausto, para recibir algún bien del diablo, así como para someterse a su dominio, tiene que ahogar esa aspiración superior de su alma.

-Pues ¿no? -respondió él-. Aquí esperaré intrépido y fuerte, si me viniese a embestir todo el infierno. -Pues si yo veo otro diablo y oigo otro cuerno como el pasado, así esperaré yo aquí como en Flandes -dijo Sancho.

10 Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del Reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. 11 Es pues ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios. 12 Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo, y quita la palabra de su corazón, para que no se salven creyendo.

Pero hoy dicen las niñas que el agua pudre la raíz del pelo, y no estoy de humor para armar gresca con ellas sosteniendo la contraria. También los borrachos dicen que prefieren el licor, porque el agua cría ranas y sabandijas. Mariquita tenía su diablo en su mata de cabellos. Su orgullo era lucir dos lujosas trenzas que, como dijo Zorrilla pintando la hermosura de Eva,

Pero lo que es en argumentar con palabras ¡qué diablo!, todavía no estaba él fuerte. Argumentaba con hechos. En esto que se pintaba solo.