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Aunque se me acuse de pánfilo, de sobrado benigno, de querer disculparlo todo, voy a declarar aquí una cosa en confianza. A mi ver, hasta el propio diablo no nos seduce y extravía así de repente y sin más ni más. Se guardaría muy bien de hacerlo: no le traería cuenta ninguna.

En vez de creerle dañino, le considera útil para los hombres, los cuales se echarían a dormir y no harían nada memorable ni poético, si no se entregasen al diablo con frecuencia.

Si parecía un sermón de Viernes Santo.... El diablo me lleve si no les acaricio las muelas á esos catacaldos dijo Tres Pesetas, dispuesto á hacer lo que decía. Javier, el Doctrino, el poeta clásico, vieron una tempestad sobre sus cabezas; pero el poeta clásico, que era el mismo enemigo, no se acobardó y tuvo el antojo de llamar rapista al grandioso Calleja.

Tienen también otro diablo, remedo de la Santísima Virgen, que fingen es madre del Dios Urasana y mujer de su padre Omequeturique.

Menester es que tenga vm. el diablo en el cuerpo, repuso Candido. Tanto papelea en este mundo, dixo Martin, que muy bien puede ser que esté en mi cuerpo lo mismo que en otra parte. Confieso que quando tiendo la vista por este globo ó glóbulo, se me figura que le ha dexado Dios á disposicion de un ser maléfico, exceptuando el Dorado.

2 por cuarenta días, y era tentado del diablo. Y no comió nada en aquellos días; los cuales pasados, después tuvo hambre. 3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan. 4 Y Jesús respondiéndole, dijo: Escrito está: Que no con pan sólo vivirá el hombre, mas con toda palabra de Dios.

Pero aquel diablo se les resbalaba por entre los dedos como una anguila. Mostrábase durante algunas noches tierno y amartelado con Fernanda; no se apartaba de ella el canto de un duro.

Y cuando el coronel iba á agradecerle tanta amabilidad, quedó estupefacto y con el aliento cortado. Porque usted debe saber, indudablemente, que el español es la lengua usual del diablo, después del latín. En español están escritos los más poderosos conjuros. ¡Oh, los nigromantes de Toledo! ¡Los sabios brujos de Salamanca!

333 Con gato y con fandanguillo había empezado el changango, y para ver el fandango me colé haciendomé bola, mas metió el diablo la cola, y todo se volvió pango.

La cuenta de la fonda no había que pensar en pagarla hasta más tarde: no hiciese el diablo que Cristeta por casualidad se enterara y se escamase. Al día siguiente, comió mientras Cristeta estaba en el teatro; pagó al amo, en persona, y le entregó la carta para la pobre muchacha, diciéndole: No sabía que la Moreruela y yo éramos vecinos de cuarto. Dele usted esto.