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El prelado la amenaza iracundo devolverla á la nada, de donde la había sacado, resolviendo ella resistir con todo su poder y toda su astucia femenil á las intrigas de sus enemigos. Enrique con Ana. Enseña á su querida mujer una carta para la divorciada Catalina, llena de vanos consuelos; Ana se aflige al leerla, con el secreto propósito de envenenarla.

Es preciso decir la verdad. Confirme usted, porque es así, que yo le sugerí que volviera al lado de la Condesa para proponer una separación franca y leal. No me arrepiento de haberle dado ese consejo. Todo es preferible al equívoco. No siendo posible ya que usted siguiera viviendo con ella, como se lo había prometido, debía usted devolverla su palabra para que no alimentara nuevas ilusiones.

El discernimiento sólo se alcanza con los años. Y aun es problemático, pues según un ironista francés «la mujer sólo se equivoca cuando reflexiona». La frase, aguda y ligera, no convencerá a ninguna de mis lectoras. Podríamos devolverla al ironista diciendo: «los hombres sólo aciertan cuando se enloquecen».

Los jóvenes hicieron un gesto de sorpresa, y Juanita continuó lentamente y con voz temblorosa, a causa de la emoción: Si se presentase una persona que busco y que no he podido volver a ver, y a quien pertenece toda esta fortuna, aun después de mi muerte, Fernando, será preciso devolverla... ¿Me lo jura? Fío en su honor.

Al llegar una nueva banda, sus individuos, embozándose en las mantas haraposas para dar mayor misterio a la pregunta, se dirigían a los que aguardaban en el llano. ¿Qué hay?... Y los que oían la pregunta parecían devolverla con la mirada. «; ¿qué hayTodos estaban allí, sin saber por qué, ni para qué; sin conocer con certeza quién era el que los convocaba.

Estimó, en todo caso, que la perfidia con que acababa de obrar le dispensaba de toda gratitud y le devolvía su libertad de acción, y se propuso, no devolverla mal por mal, pero al menos impedirla que siguiese haciéndole daño. Sin embargo, por muy culpable que apareciese la señorita Guichard, había un hecho que no se la podía atribuir y era la correspondencia misma, punto de partida del incidente.

Dos hermanitos, hijos de una distinguida familia de Buenos Aires, se abrazan para morir, y el cadáver del uno resguarda de las balas al otro. «Yo estoy libre grita ; me he salvado por la ley.» ¡Pobre iluso! ¡Cuánto hubiera dado por la vida! ¡Al confesarse había sacado una sortija de la boca donde, para que no se la quitaran, habíala escondido, encargando al sacerdote devolverla a su linda prometida, que al recibirla dió, en cambio, la razón, que no ha recobrado hasta hoy la pobre loca!

Y la idea calculada de impedir que su amiga recurriera a la amistad de Zoraida, al fin la hizo ceder. Por otra parte, quería seguir vigilándola. Pensaba que tarde o temprano aquel entusiasmo por Julio acabaría y sería llegado entonces el caso de devolverla al amor de Muñoz. Sin embargo, su enojo no se había calmado. ¿Y por qué no te visita en tu casa? ¡Puesto que Muñoz también te visitaba!

Otro día, encargose Amaury de buscar autógrafos notables para llenar un álbum de Antoñita; algún tiempo después, como tardase mucho Froment Messrice, el Benvenuto Cellini de la época, en cincelar una pulsera para la joven, Amaury se la llevó triunfalmente después de arrebatársela al artista, y por fin, cierta noche que jugaba distraído con una llavecita de oro se la guardó por distracción en el bolsillo, viéndose obligado al otro día por la mañana a devolverla por si Antoñita la necesitaba.

Si la de Bringas se comprometía a devolverla los mil y setecientos reales en el plazo de treinta días, ningún inconveniente había en facilitárselos. Al contrario, él tenía muchísimo gusto... ¡Un mes!, ¡qué dicha!