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Por aquí dijo el bufón. Y siguió por el pasadizo. A los cien pasos abrió una puerta, y siguió por el mismo pasadizo, que se ensanchaba algo más. A los pocos pasos se detuvo junto á una puerta situada á la izquierda. Mirad dijo á Quevedo : esta puerta secreta corresponde al dormitorio de su majestad. ¡Ah!, ¿y para qué os detenéis? ¿qué vamos á hacer en el dormitorio de la reina?

Ha pasado; mis ojos siguen inconscientes al farol que se va alejando; su incierto resplandor oscila aún, disminuye, se disipa... Una sombra, algo que no he oído llegar, pasa a mi lado, pegándose a la pared y produciendo el ruido especial de las plantas desnudas batiendo temerosas la vereda; si la detenéis, os dirá siempre que va muy apurada a la botica, porque la señora o la prima está enferma... Esas aves que cruzan a la sombra y que uno mira con atención para descubrir si van montadas en un palo de escoba, rumbo al sabbat, llevan en Bogotá el característico nombre de nocheras.

Parecía haber ya conseguido en parte su objeto, porque una sonrisa había plegado los labios del intendente, y durante algún tiempo bajó los ojos con aire pensativo. Sin embargo, sacudió de nuevo la cabeza con desconfianza. ¿Qué significa esto?... dijo irónicamente . Esas sólo son conjeturas que no prueban nada. ¿Sabéis acaso algo más? ¿Por qué os detenéis a medio camino? Acabad de una vez.

Venid, qué os deteneis? acudid luego, Haced ya de mi vida sacrificio, Y esa terneza que teneis de amigos, Volved en rabia fiera de enemigos. Un NUMANTINO. A quién, fuerte Teogenes, invocas? Qué nuevo modo de morir procuras? Paraqué nos incitas y provocas A tantas desiguales desventuras?

Vos lo habéis dicho: soy una dama principal: más de lo que podéis creer, y, como habéis supuesto, me encuentro en un gran conflicto. Vuestra voz, aunque quisistéis disimularlo, era un tanto trémula cuando me hablásteis: vuestro brazo, al asirse al mío, temblaba. Acortad el paso y bajad más la voz dijo la dama ; nos siguen. Y vos, cuando os siguen, ¿os detenéis?

A una señal de Anco Marcio, las trompetas cesan de tocar. MARCIO. ¿Os detenéis o no? ¡Dios mío, no es fácil atajar un torrente que se precipita hacia el mar! ¡Al fin os habéis detenido! Ahora, obedeced. ¡Atrás los trompetas! ¡Adelante los profesores! Los demás que sigan en su lugar, sin moverse. Los profesores avanzan. MARCIO. ¡Señores profesores, preparaos!

¿De qué infierno habéis salido? ¿Por qué me detenéis? ¿Por qué me habláis cuando huyo de vuestras voces?... ¡Isabel, qué me quieres? ¡Me abandonaste un día y ahora vuelves a , acompañada de una bruja! ¿De qué infierno sales, Isabel? ¿Cuál es tu nombre ahora? ¡Soy Isabel, señor!....

-Déosle Dios tan bueno -dijo la duquesa-, señor don Quijote, que siempre oigamos buenas nuevas de vuestras fechurías. Y andad con Dios; que, mientras más os detenéis, más aumentáis el fuego en los pechos de las doncellas que os miran; y a la mía yo la castigaré de modo, que de aquí adelante no se desmande con la vista ni con las palabras.