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Vista y reconocida su grandeza; no se les puede negar otro destino, que ya empieza a cumplirse. Para el vulgo de otros países, y aun para no pocos de sus más eruditos escritores, no sólo la potencia política, sino la potencia intelectual de España, se ha extinguido ya.

Respeto a usted demasiado para dirigirme a usted con frases de una admiración y de una galantería triviales. El único homenaje que me atrevo a rendirle, es poner mi destino en sus manos.

Llegado, pues, á la dicha villa, refirió las noticias más seguras del puerto que había en el río Paraguay y destinó aquellos indios para que se despachasen á los Guaranís, á fin de que guiasen con seguridad otros Misioneros á los Chiquitos.

Pensaba que era destino de las leyes no ménos socorrer á los ciudadanos que amedrentarlos. Cifrábase su principal habilidad en desenmarañar la verdad que procuran todos obscurecer. Sirvióse de esta habilidad desde los primeros dias de su administracion.

Y no es que ignorase el estado de su fortuna, pero contaba con el juego para repararla. Los hombres a quienes el bien ha venido durmiendo se habitúan a una confianza ilimitada en el destino. El señor de La Tour de Embleuse era dichoso como el que toma las cartas en sus manos por primera vez.

Cuando se arrancó a esta meditación comenzaba a caer la tarde... ¡Seguiría su destino!

835 Cuando yo mas padecía la crueldá de mi destino, rogando al poder divino que del dolor me separe, me hablaron de un adivino que curaba esos pesares. 836 Tuve recelos y miedos, pero al fin me disolví: hice coraje y me fuí donde el adivino estaba, y por ver si me curaba, cuanto llevaba le di.

Hízose entonces más devoto que nunca, redobló las penitencias, inventó cilicios especiales y feroces disciplinas, sumergiose en incesante plegaria. Su espíritu, hastiado del mundo, buscaba ahora confortarse con el ensueño de la otra vida; pero allí también hallose con tremenda incertidumbre: ¡el destino de su alma, su salvación!

Todos nacemos llorando, todos morimos suspirando: la naturaleza no hace diferencia entre pobres y ricos, plebeyos y nobles; y la religion nos enseña que todos tenemos un mismo orígen y un mismo destino.

La pareja se encuentra unida sin saber cómo, y aquella opinión externa, tan unánime, tan complacida en su obra, tan convencida de la feliz armonía existente en la unión fraguada, acaba por ejercer una decisiva influencia en el espíritu de los futuros contrayentes, que ven la intervención providencial, el destino, el hado, donde sólo hubo el gancho mortal de la casamentera.