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Compraron con dicho objeto el corral ya mencionado de Burguillos, sito en la calle del Príncipe, y pidieron licencia para alquilarlo, con destino á representaciones teatrales; pero como se oponía á su deseo el anterior privilegio, de que ya disfrutaba la otra cofradía, sólo celebrando un acuerdo con ésta podía alcanzar lo que anhelaba.

.........El destino suyo, Pues que muriendo á mis celos, Que son sangrientos verdugos, Vino á morir á las manos Del mayor monstruo del mundo.

Quiso entonces tomar en ella asiento por derecho propio, y la casualidad y su bonita figura le depararon a Currita, Angélica a la sazón vacante, a quien plugo darle en su casa el destino de Medoro.

Así debe de ser, y cierto, que vivimos de todas suertes agradecidos a la previsión y ardiente caridad con que el reverendo padre nos quiso sacar de esta peregrina duda. Yo, que no tengo un ápice de metafísico, y que dejo la resolución de estos problemas a aquellos que tienen más noticias ciertas que yo de nuestro destino, me ciño a decir que el deseo existe, y esto basta para mi propósito.

Hay que ver los hechos... Yo la busqué para socorrerla; ella no quiso parecer. Cada cual tiene su destino. El de ella era ese: no parecer cuando yo la buscaba».

Bajó la cabeza como desalentada, murmurando contra su destino. Usted no sabe qué vida ha sido la mía. Necesito la riqueza; es algo indispensable para mi existencia, y he pasado lo mejor de mi juventud corriendo inútilmente tras de ella. Cuando imaginé tenerla entre mis manos, la vi desvanecerse, para reaparecer más lejos, obligándome á una nueva carrera... ¡Y así ha sido siempre!

El inicuo destino destruía así a las únicas criaturas dignas de vivir, y así perdía él, una después de otra, a sus hermanas. ¡Hermana!... ¡Hermana!... Tal había sido para él. Las dos únicas cosas gratas a su corazón eran esas: el cariño de hermana, el nombre de hermana.

Todo lo que concentra al hombre llamándole á elevada contemplacion en el santuario de su alma, contribuye á engrandecerle, porque le despega de los objetos materiales, le recuerda su alto orígen, y le anuncia su inmenso destino.

Ramiro bebió resueltamente, confiado en su destino. El hombre de la daga miró a los demás con expresión inexplicable. No era nuevo su rostro para Ramiro.

Olvidóse poco á poco el objeto de los bailes, cánticos y demás alegres solemnidades, y lo que en un principio sirvió para honrar á Saturno ó Baco, se destinó más tarde á la alabanza de San Juan, San Esteban ó Jesucristo.