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Tantos pensamientos nuevos y tan repentinos en un pobre cerebro entumecido y cansado, es un sufrimiento atroz. ¿Qué hacer? ¿Desperdiciar en un momento las pruebas de cordura y de resignación que he logrado dar?... ¿Exponerme, si me cogen, á pasar por un hipócrita y un embustero? ¡Tragomer, no puedo!... Abandóname á mi destino...

Tal como suelen los astros juntarse en el cielo, ¡ay! para chocar y deshacerse casi siempre, así, con no mejor destino, suelen encontrarse en la tierra, como se encontraron anoche, el genio, y ese otro genio, la hermosura. De fama singular había venido precedido a la ciudad el pianista húngaro Keleffy.

El destino se había mostrado con él por demás complaciente, pues obtuvo el triunfo mucho antes de lo que esperaba. Nunca, mientras era humilde guarda general y atravesaba solo los bosques de Val-Clavin, nunca se había atrevido a imaginar que llegaría a lo más alto de la escala administrativa.

Nos vimos en el Acuario, y yo fuí la que te besé, al mismo tiempo que deseaba el exterminio de los hombres... ¡de todos los hombres, menos ! Hizo una breve pausa, elevando sus ojos hacia él para apreciar el efecto de sus palabras. Acuérdate de nuestro almuerzo en el restorán del Vomero; acuérdate de cómo te rogué que te marchases, abandonándome á mi destino.

En estas cosas meditaba yo, al volver á Kehl, cuando un penoso y al mismo tiempo risible incidente nos llamó la atencion hácia algunos de los viajeros que se hallaban en la estacion del ferrocarril. Tres de ellos estaban consagrados exclusivamente á reprimir los arranques inofensivos de un pobre loco, á quien acompañaban con destino á un establecimiento especial de Alemania.

Paróse Zadig y le hizo una profunda reverencia, á que correspondió el ermitaño de manera tan afable y tan noble, que á Zadig le vino la curiosidad de razonar con él. Preguntóle qué libro era el que leía. El libro del destino, dixo el ermitaño: ¿quereis leer algun trozo?

»¿Y por qué no? ¿Qué destino me espera en el mundo? ¿puedo aspirar acaso a la dicha de tener una familia? ¿qué mujer me aceptaría por esposo? ¿de quién puedo esperar ser amado? La vida religiosa me brinda el reposo y la calma; conviene a mi carácter tranquilo y dado al estudio; ella no nos separará.

Es que las circunstancias me obligan a parecerlo. »Cuando pienso lo que me espera mañana, me dan ganas de matarme. Y al mismo tiempo, ¡vaya con las jugarretas que me hace mi destino! Deseo que llegue mañana.

Cuando el viage es feliz se descargan dos veces las carretas en la provincia de Santiago, una tercera vez en Tucuman, y muy pocas son las tropas que llegan á su destino sin que se le vuelque algun carro, cuyos accidentes, ordinarios ó fortuitos, ocasionan crecidos gastos, trabajos y quebrantos.

La vida norteamericana describe efectivamente ese círculo vicioso que Pascal señalaba en la anhelante persecución del bienestar, cuando él no tiene su fin fuera de mismo. Su prosperidad es tan grande como su imposibilidad de satisfacer a una mediana concepción del destino humano.