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Cualquier periodiquillo, el más atrasado de noticias, contenía un suelto que, hábilmente leído, despertaba temores y esperanzas en el taller. Amparo empezaba por hacer señas al concurso para que estuviese prevenido a importantes revelaciones. Después comenzaba, con reposada voz: «Atravesamos momentos solemnes. De un día a otro deben cambiar de rumbo los acontecimientos...» Lo que yo digo.

Fernando miró también, influenciado por este silencio, y vio a Maltrana que acababa de descender por una escalerilla de hierro. En mitad de la escalera estaba Nélida mirando a la muchedumbre extendida a sus pies, orgullosa de la emoción que despertaba su presencia.

Lo que no había despertado en ella la presencia de don Víctor, lo despertaba la imagen de don Fermín.... Ahora se creía infiel de pensamiento, pero ¡cosa más rara! infiel a un hombre a quien no debía fidelidad ni podía debérsela».

Y había dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino; lo cual visto por el ventero, tomó tanto enojo que arremetió con don Quijote, y a puño cerrado le comenzó a dar tantos golpes que si Cardenio y el cura no se le quitaran, él acabara la guerra del gigante; y, con todo aquello, no despertaba el pobre caballero, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fría del pozo y se le echó por todo el cuerpo de golpe, con lo cual despertó don Quijote; mas no con tanto acuerdo que echase de ver de la manera que estaba.

Este no se había fijado y continuaba su camino pensativo, cuando la lavandera, con voz chillona le interpeló atrevidamente: Buenas tardes, señor Delaberge, pasa usted muy distraído... Extrañado, se detuvo un punto y fijó sus ojos en aquella mujer que sabía su nombre y cuyo rostro no despertaba en él ningún recuerdo.

En estos instantes de comunión con la Naturaleza, sentía poderosamente la belleza de las cosas creyendo comprender el sentido de la vida universal. Un alma nueva se despertaba en ella, un alma hecha para aspiraciones más elevadas que las pequeñas satisfacciones de vanidad en que se entretenía generalmente.

La enojosa permanencia y quietud en el lecho le ocasionaba insomnios frecuentes, cuando no letargos breves y febriles, acompañados de pesadillas o alucinaciones. A veces despertaba de súbito bañado en sudor, y exclamaba pasándose la mano por los ojos: Jesús me valga y la Santa Virgen del Sagrario, ¡qué sueño he tenido!

Estando durmiendo en el campo contestó José , se le vino acercando una culebra; pero apenas la vio venir un lagarto, que estaba en el vallado, salió a defender al tío Miguel y empezaron a pelearse la culebra y el lagarto, que era tamaño y tan grande. Pero como el tío Miguel, ni por esas despertaba, el lagarto le metió la punta del rabo por las narices.

En el teatro, en las exposiciones, en los viajes, las mismas burlas y las mismas sátiras frías a propósito de todo lo que despertaba en su mujer una emoción un poco viva. Madama de Maurescamp tomó, pues, poco a poco la habitud de reconcentrarse en todo aquello que da precio a la vida de todo ser delicado y generoso.

Botín rompió en dos pedazos el tubo de vidrio y lo arrojó al suelo con ira. «Todo ese furor es porque he ido a San Isidro sin tu permiso». Botín vacilaba. En su alma luchaban la ira y el asombro, o más bien la pasión que despertaba en él la traza chulesca de Isidora. Fuertes razones había sin duda para que venciera la cólera.