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Eso no sería fácil en tan corto espacio de tiempo. Lo que quiero contarte, puesto que confío en tu discreción, es lo siguiente: Has de saber que Su Eminencia, que es hombre activo, envió ayer mismo un mensaje a la Corte, para que viniese en seguida uno de los mejores joyeros y restaurase cuanto antes el desperfecto causado al papagayo.

Clara, que se creyó causante de aquel desperfecto, tuvo bastante fuerza para huir de las iras del carretero, que, á haberla visto, la hubiera maltratado; corrió hacia arriba, y no paró hasta la esquina de la plazuela de la Paja. Allí encontró otro sereno y le hizo su pregunta. Está usted cerca le dijo éste.

Habían entrado en la finca algunos paisanos de los que bebían en el lagar, para seguir haciéndolo en compañía del excusador y Celesto. La tía Eugenia charlaba con la tabernera algo más lejos. Al cabo de un rato había estallado ya fuerte disputa metafísica entre don José y el seminarista, que los aldeanos escuchaban boquiabiertos. Versaba sobre la diferencia que existe entre la sustancia y el atributo, las cosas que existen per y las que sólo existen con relación a otras. Los campeones sostenían encendidos, encolerizados, sus opiniones, tomando como ejemplo para la defensa los objetos tangibles que tenían delante, el jarro, los vasos, los tenedores. Tanto se fue enredando la disputa y tan altas fueron las voces, que Andrés y sus amigos se acercaron. Y pasando de lo abstracto a lo concreto, llegaron a proferirse de la una y la otra parte palabras insultantes y feas. Por último, sonó una bofetada. Hubo datos al instante para creer que quien la había recibido era la mejilla izquierda de Celesto; el cual, lejos de presentar la derecha, como aconseja el Evangelio, se fue sobre el diminuto eclesiástico, iracundo y encrespado, y seguramente le hubiera causado algún grave desperfecto con sus manos sacrílegas a no haberle tenido Andrés y los paisanos. Con todo, mientras hacía inútiles esfuerzos por desasirse, anunciaba verbalmente su intención irrevocable de cortar las orejas al excusador.

¡Jesús, qué dichosos clavos! exclamó con rabia, dando una patadita en el suelo y mirando con tristeza el desperfecto. Ahora me toca a reír, hermana. Ríase usted, ríase usted sin cumplimientos me respondió con viveza, riendo ella la primera. No soy rencoroso repuse en tono dulzón y galante; y acercándome al mismo tiempo, me incliné y besé su crucifijo.

En cuanto a , sentí como si fuera el autor de aquel atentado y temí que lo revelara mi semblante. Pero mis compañeros estaban demasiado ocupados en examinar el desperfecto, para fijarse en mi persona. ¿Cómo ha podido ser esto? ¿Quién pudo llegar hasta aquí y cometer tan audaz sacrilegio? Exclamaban ambos admirados.

Castro, previniendo una próxima ruptura con su amante, preparaba una cama blanda a su reputación de seductor para que no sufriese desperfecto. Os enfadáis conmigo siguió porque llego tarde.... ¿Y León? ¿Dónde está León? León, aquí está profirió una voz sonora detrás.

El joven respondió cortésmente: Es cosa hecha, señor duque. Hubiera podido añadir que desde hacía tres años les visitaba gratuitamente. El día de la boda por la mañana fue la modista a casa de Germana para probarle el traje de novia. La joven se prestó dulcemente a aquella triste chanza. La costurera advirtió que un punto del cuerpo se había descosido y se dispuso a reparar el desperfecto.

Mientras acudía a remediar el desperfecto, D. Paco estaba en tierra de rodillas, con los brazos en cruz y la mirada fija en el techo y con voz compungida y entrecortada, mientras gruesos lagrimones lustraban sus mejillas, decía: ¡Señor Omnipotente y Misericordioso: que estas agonías sean en descargo de mis pecados!

La estaca era, lector, el estar los caballos amarrados afuera, aunque sin haber roído un mal grano, ni haber hecho un céntimo de gasto ni de desperfecto. Echó don Simón un duro sobre la mesa. Quédese usted con la vuelta dijo don Celso, que mandaba hasta en los deseos del candidato. Guardó el avaro la moneda; pero no dijo una palabra.

, ya es hora respondió Tòni, que en todo un mes sólo había bajado dos veces á tierra. El Mare nostrum abandonó el lugar de su reparación, yendo á fondear frente á los muelles de comercio, brillante y rejuvenecido, sin ningún desperfecto que recordase sus recientes averías.