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Hubo en esta tierra un salteador de caminos que no se contentaba con robar a la gente, sino que mataba a los hombres como moscas, o porque no le delatasen o por antojo. Un día, dos hermanos vecinos de aquí, tuvieron que hacer un viaje. Todo el pueblo fue a despedirlos, deseándoles que no topasen con aquel forajido que no perdonaba vida y tenía atemorizado al mundo.

Entraron á la provincia estos tres religiosos en 1668, y emplearon un año entero en solo tomar las primeras nociones del idioma moxo, sin darse por entendido de sus miras posteriores: apercibiéronse los Indios, sin embargo; y recelosos de verse nuevamente bajo el duro yugo á que los habian sujetado los primeros Españoles, é instigados por sus sacerdotes se sublevaron amenazando de muerte á los Jesuitas; pero por temor á los Cruceños se contentaron con ir á despedirlos hasta Santa-Cruz, declarándoles formalmente que no querian hacerse cristianos.

Una negra que lo había servido en su infancia se presenta a ver a su Facundo; la sienta a su lado, conversa afectuosamente con ella, mientras que los sacerdotes, los notables de la ciudad, están de pie, sin que nadie les dirija la palabra, sin que el jefe se digne despedirlos.

Al fin uno de ellos, mordiéndose los labios para no soltar la carcajada, le tendió la mano con ademán desdeñoso: Adiós, Salabert; hasta la vista. Los demás hicieron lo mismo sin decir otra palabra del asunto. El duque no se desconcertó. Fué a despedirlos solícito hasta la escalera, dirigiendo todavía al pasar miradas iracundas a sus empleados que las recibieron con la misma punible indiferencia.

Cumplió su promesa. Pasó un mes, y Ana Ozores de Quintanar, con su caballeresco esposo salía por la carretera de Castilla en la berlina de aquella diligencia en que había visto marchar a don Álvaro Mesía por el mismo camino. Toda Vetusta fue a despedirlos; la nobleza y la clase media. Frígilis tenía lágrimas en los ojos.

Para que los curatos estuvieran bien servidos y que los feligreses no carecieran del pasto espiritual, que no podría subministrárseles como era debido un cura solo en un pueblo numeroso, pudiera obligárseles a los curas de los pueblos en que llegase el número de tributarios a 400 a que tuvieran tenientes de curas puestos para ellos mismos, con sola la aprobación del ordinario, como se acostumbra en curatos de españoles, que, dándole al cura la facultad de señalarle sueldo, según se convinieran entre ellos, y despedirlos no hallándose gustosos, con tal que luego pusieran otros en su lugar.

Y al cabo para mostrar mejor que no la tenía y para lograr que acabasen aquellos obstinados galanteos, concertó con la Reina el medio que le pareció más prudente. Doña Sol no podía escribir decorosamente a ninguno de los dos galanes ni para despedirlos siquiera.

Y con solo esto son muy puntuales y eficaces sirvientes, sin que jamás se excusen a lo que se les manda, aunque sea trabajosísima la ejecución, y el mayor castigo que puede dárseles a estos sirvientes es el despedirlos, porque es cosa que les cuesta mucho sentimiento.

El patio comienza a llenarse de viajeros y de sus familias y amigos: los unos se distinguen fácilmente de los otros. Los viajeros entran despacio: como muy enterados de la hora, están ya como en su casa: los que vienen a despedirlos, si no han venido con ellos, entran de prisa y preguntando: ¿Ha marchado ya la diligencia? Ah, no; está aquí todavía.