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De entre los escasos renglones del artículo interrumpido poco después de haber sedado a luz su primera idea, surgen las líneas; las sombras y luces de una inmensa catedral gótica. Crecen sus haces de columnas, teñidas de suave matiz pardo, hasta llegar a enorme altura, desparramándose después los retorcidos tallos para formar las bóvedas.

Estas llanadas están cubiertas en algunos parages de grandes yerbas, cuyas penachos, que salen fuera del agua, sustentan unos pelotones rojizos, formados por las hormigas; las que no pudiendo vivir sodre la tierra anegada, se agrupan de este modo, para esperar durante dos ó tres meses el retorno de la seca: mas al menor choque suelen deshacerse tales grupos, desparramándose las hormigas, cuando no en el agua, adentro de las canoas; lo cual se agrega á las otras molestias del viagero navegante.

Cuando esta retaguardia llega á la portilla, se precipita la gente detrás de ella, desparramándose luego por el prado entre la cabaña, buscando cada uno las reses que le pertenecen para examinarlas á su placer. Una hora más tarde, y sobre el mismo terreno y al aire libre y de pie, el ayuntamiento se constituye en sesión, rodeado de todo el pueblo, que toma parte en ella.

No ignoran ustedes que los perdigones andan en bandadas y anidan juntos en el hueco de los surcos, para alzar el vuelo a la alarma más insignificante, desparramándose como los granos que arrojan a la tierra para que produzcan. Mi acompañamiento particular es alegre y numeroso y acampa en un llano junto a la linde de un gran bosque, donde tenemos buen botín y magníficos refugios a uno y otro lado.

Y en un año se transformó en Paseo de invierno el apetecible Espolón, secularizándose en parte. Algunos clérigos, viejos o pobres casi todos, protestaron y acabaron por abandonar su Espolón desparramándose por las carreteras.

Frente a un balcón, abierto sobre las arboledas del jardín, tenía una cama de hierro pintada de verde, y a su cabecera un Crucifijo de torpe talla, de lacia y triste figura; un reclinatorio al pié del lecho; dos estantes de caoba deslucida llenos de libros, y una mesa también cargada de ellos hasta el punto de parecer rebosar, desparramándose por las sillas inmediatas; un modestísimo aguamanil de loza con su jofaina de lo mismo; un armario de pino barnizado, donde se guardaba la sotana de los domingos; una exquisita limpieza en todo, y una apariencia de profunda calma: tal era el cuarto, cuyas vidrieras se abrían antes que ninguna otra de las de la casa, y las que hasta más tarde estaban iluminadas por la lámpara que ayudaba el tenaz trabajo de sus largas veladas.

Pugnaban las manos sangrientas de los curanderos por devolver a la abierta cavidad las flácidas entrañas; pero la respiración jadeante de la víctima las hinchaba, haciéndolas salir de su encierro y desparramándose otra vez como piltrafas empaquetadas. Una vejiga enorme inflábase entre los despojos, entorpeciendo el arreglo. ¡La bufa, valientes!... gritaba el director . ¡Duro con la bufa!