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Mi fama me perdió, lo mismo que á otros muchos buenos tiradores ingleses, pues cuando nuestras luchas nos hicieron caer en manos de Douglas, aquella hiena, en lugar de matarnos, nos hizo cortar tres dedos de cada mano para que no pudiésemos despacharle más soldados ó atravesarle á él mismo los hígados de un flechazo. ¡Quiera Dios que estos dos hijos míos paguen un día con creces la deuda de su padre!

Esto es, una puñalada dada por detrás. Pero aquella puñalada debía costarle dinero. Además, podía envolverle en un proceso. Montiño desechó aquella idea, dos veces peligrosa. Ocurriósele valerse de su sobrino. Valiente, audaz, generoso, no vacilaría ni un punto en ponerse delante del sargento mayor, tirar de la espada y despacharle en regla. ¿Pero cómo decir á su sobrino que su tía?...

Bajò con intencion de despacharle Al Perú, por sacarle de la tierra; Mas no halla manera de enviarle: Por su voluntad en esto cierra, Que dos ò tres procuren de fiarle: Con esta condicion no lo destierra, Mas suelto el Provisor del crudo lazo, Sacude, como dicen, zapatazo.

Anduvo, pues, el triste y afligido Mendieta, algunos dias de esta suerte, Confuso, sin favor, aborrecido, Y aun temeroso mucho de la muerte. En esto su proceso concluido, Echáronle en prision segura y fuerte, Con fin de despacharle preso á España: Y oid de aqueste hecho una maraña.

A las doce del dia fué servido el Señor Gobernador despacharle con cartas en respuesta del pliego al Comandante D. Manuel de Pinazo, por no haber si lo posible antes, pues se hallaba ocupado en la Junta con el Ilustrísimo Señor, y saliendo de la ciudad caminó toda la noche, y entregó dicho pliego al otro dia 6 al dicho Comandante, y se le permitió el retirarse á su casa por estar nuestra armada á las inmediaciones de la Choza.

Cerró la carta el secretario y despachó luego al correo; y, juntándose los burladores de Sancho, dieron orden entre cómo despacharle del gobierno; y aquella tarde la pasó Sancho en hacer algunas ordenanzas tocantes al buen gobierno de la que él imaginaba ser ínsula, y ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república, y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama, y el que lo aguase o le mudase el nombre, perdiese la vida por ello.