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En vano se nos hablará de la dinastía austríaca que ha gobernado nuestra España con las formas del absolutismo: nuestros ilustres comuneros de Castilla, combatiendo los primeros del mundo en batalla campal contra la tiranía de los Reyes, son una soberbia y altiva protesta que nuestro carácter escribió en los campos contra todo lo despótico.

No es todo, me responden los ecos, no es todo. Voces fuertes y proféticas se levantan para siempre en nosotros y en toda ruina a la intención de los sabios, parecidas a los himnos de Memnon al Sol! Reinamos en los corazones de los hombres más poderosos; reinamos con despótico imperio sobre todas las almas gigantes. No somos impotentes nosotras, pálidas piedras.

Si bien el carácter del legislador resulta simpático por la democracia que de sus disposiciones emana, los encargados de vigorizar éstas mismas las desfiguran en su aplicación á la práctica, exornándolas de una aureola de suspicacias y recelos que les carácter despótico y anti-nacional de que en su esencia se encuentran desposeídas y que estuvo siempre lejos del ánimo del legislador.

La sumisión cobarde del Vara de plata era la primera victoria de los más audaces que formaban el acompañamiento de Luna. El sacerdote avaro y despótico bajaba los ojos ante ellos y sonreía con el deseo de ser agradable. Esto se lo debían al maestro.

Finalmente, también llegó a aburrirse la regia planchadora de ejercer un mando tan despótico; que la mujer, como dicen los que filosofan acerca de ella en las mesas de los cafés, es más feliz dejándose dominar que dominando. El pobre Miguel la cansó y apestó de tal manera, que vino a cobrarle verdadero aborrecimiento.

¿No teméis que llegue un día en que os pese de lo que hacéis? Algunas cosas horribles tengo hechas por ella, y todavía no me ha pesado; servidnos ahora, y después, cuando podáis, no tengáis compasión de ... pero ahora... haced lo que ella quiere. Y señaló á Lerma con toda la autoridad y la arrogancia de un señor despótico, la puerta que conducía á la sala.

Era inquisidor mayor de Sevilla en 1638 el señor don José Ortiz de Sotomayor, personaje campanudo, de gran coranvobis, soberbio como él sólo y tan poseído de su persona y cargo, que se hacía servir como un reyezuelo despótico y arbitrario.

No merecía otro nombre su amor. En aquel espíritu ardiente, despótico, atormentado, no había entrado jamás la ternura; ignoraba por completo las cosas deliciosas y poéticas que ennoblecen la pasión y la hacen perdonable. Su vida se había deslizado en una agitación insana, atormentada por el deseo de ser feliz a toda costa.

«Vaya, todo eso es cuento... ¿Piensas que me voy a creer esas bolas?... ¡Como no se acuerde él de ...!, ni falta. lo has de ver. ¡Ay qué chico! Da pena verle... loquito por ti... y arrepentido de la partida serrana que te jugó. Si la pudiera reparar, la repararía. Créetelo porque yo te lo digo. Lo mismo fue verla Mauricia que echarle los tiempos del modo más despótico.

La verdad es que en Nietzsche hay dos elementos o factores de su genio, procedentes ambos de atavismo: uno ario, y Gener acepta todo el producto de este factor; otra turaní o mogol que mueve a Nietzsche a ser despótico, cruel y sin entrañas. Es menester que aparezca el super-hombre. Cuantos obstáculos se opongan a su aparición deben ser destruidos. Nada de piedad, nada de conmiseración.