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Diríase que el mago Carnaval, con poderoso conjuro, había desencantado la Fábrica, y vuelto a sus habitantes la verdadera figura en aquel día. Muchachas en las cuales a diario nadie hubiera reparado quizá, confundidas como estaban entre las restantes, resplandecían, alumbradas por una ráfaga de hermosura, y un traje caprichoso, una flor en el pelo, revelaban gracias hasta entonces recónditas.

Las mencionadas cuatro acciones, no veo yo que influyan unas en otras. Todas caminan simultáneamente y sólo coinciden en un punto: en contribuir al desengaño del médico D. Jacinto que, desencantado de la vida de aldea se va de Venusta para vivir de nuevo en las grandes ciudades, donde tal vez le aguardan no menores desengaños.

El Alcalde constitucional, Trebucio Canales del GarojoSi el lector desea conocer el fin de este peregrino incidente, que hubo de costar la salud al desencantado madrileño, háganos el obsequio de acompañarnos al mismo edificio dentro del cual se debatió la cuestión de aceptar ó no el reló consabido.

Bástete saber que vivo y que estoy bien de salud, aunque no volverás a verme hasta que tenga descifrada la carta misteriosa del Kan y desencantado a mi querido Príncipe. AdiósLa Princesa Venturosa había ido con sus dos amigas a pié, y en romería, a visitar a un santo ermitaño que vivía en las soledades y asperezas de unas montañas altísimas que a corta distancia de la capital se parecían.

Isidro, al enterarse de que no estaba herido, sintió menos dolor. «No es nada, señores. Muchas graciasEl amigo Gómez, desencantado por el final pacífico del acto, y furioso al mismo tiempo por la posibilidad de que una bala le hubiese alcanzado a él estando junto al maestro, murmuraba tenazmente: ¡Pucha!... ¡qué desgraciados son estos gringos! ¡Qué mal tiran!

Abría ella su corazón con ingenua espontaneidad, parecía que soñaba en voz alta y, al escucharla visiblemente desencantado, adivinaba Delaberge que ese marido descrito con tanta precisión era menos imaginario de lo que la joven pretendía; en ciertos rasgos característicos, veíase claramente que ese ideal se parecía muchísimo a un joven que uno y otro conocían... a Simón Princetot.

Los salvajes gritos de los mochuelos, el murmullo intermitente de las aguas y el vespertino canto de los insectos, añadían todavía mayor tristeza a la impresión de soledad que oprimía el corazón de Francisco. Desde que las confidencias de la señora Liénard habían derribado sus castillos en el aire sentíase dolorosamente desencantado.

-Señor -respondió Sancho-, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero, por o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me comodidad para castigarme.