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En cuanto a ella, si no estuviese, por muchas razones, desencantada de los enamorados, no podría amar sino a un hombre maduro; y en seguida hacía de este hombre maduro a quien ella habría amado, un retrato severo y magistral, que desgraciadamente no se parecía a nadie. Una noche, a fines de agosto, Juana habíase retirado a su habitación para escribir a su madre antes de acostarse.

Quizás quedaba en ella mayor cantidad de chispas de aquel fuego sacro de otros tiempos, que en él, en quien sólo había un puñado de cenizas calientes; pero en los dos era el mismo el propósito de no intimar gran cosa en el trato, no solamente porque así convenía a los fines pudibundos de la madre en cuanto se relacionaba con la hija, sino por recíproco impulso de las respectivas conciencias, a cual más remordida y desencantada.

Y Sansón le dijo: ¿Ahora, señor don Quijote, que tenemos nueva que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuestra merced con eso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando la vida, como unos príncipes, quiere vuesa merced hacerse ermitaño? Calle, por su vida, vuelva en , y déjese de cuentos.

Aquel día y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse, si no fue que en ella acabó Sancho su tarea, de que quedó don Quijote contento sobremodo, y esperaba el día, por ver si en el camino topaba ya desencantada a Dulcinea su señora; y, siguiendo su camino, no topaba mujer ninguna que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso, teniendo por infalible no poder mentir las promesas de Merlín.

-De las sobras no habrá que avisar -respondió Merlín-, porque, llegando al cabal número, luego quedará de improviso desencantada la señora Dulcinea, y vendrá a buscar, como agradecida, al buen Sancho, y a darle gracias, y aun premios, por la buena obra.

Como Ramón iba al colegio, hacía cuentas en su pizarra y leía libros de estudio, Lita creía en su ciencia. Después de su mamá, nadie le inspiraba mayor confianza. Sin embargo, desencantada esta vez por su respuesta, protestó, con cierta reserva de gran dama ofendida: Pues yo creo que hay hadas. Mírola Ramón casi con lástima...

La marquesa, desencantada por aquel dato realista, no quiso salir de su poética creencia; arguyó que tal vez los manzanillos de la India fuesen distintos de los del Brasil. Hablóse de las producciones de Méjico. ¿Es verdad que usted posee ochocientas mil vacas, Ballesteros? preguntó Clementina. ¡Oh, señora; eso es una exagerasión! A lo sumo que llegará mi rebaño es a tresientas mil.

Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver.

Encantada viene con el gallardo francés Montesinos, a dar orden a don Quijote de cómo ha de ser desencantada la tal señora. -Si vos fuérades diablo, como decís y como vuestra figura muestra, ya hubiérades conocido al tal caballero don Quijote de la Mancha, pues le tenéis delante.

Hemos estado en la cueva de Montesinos, y el sabio Merlín ha echado mano de para el desencanto de Dulcinea del Toboso, que por allá se llama Aldonza Lorenzo: con tres mil y trecientos azotes, menos cinco, que me he de dar, quedará desencantada como la madre que la parió. No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.