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Desembarcan los trabajadores cargados de herramientas, y las mujeres con la cesta al brazo, erguidas sobre su talle. Hacia el Imperio o hacia el Reino, poco a poco va quedando vacío el vapor, y cuando descendemos nosotros en el puente del Mas-de-Giraud, casi no queda nadie a bordo.

Dieguito es arrebatado por un tigre, y Don Manuel intenta darse la muerte para poner término á su existencia. A la conclusión desembarcan también en la costa de África el Gobernador y Doña María, que siguen las huellas de los extraviados, alcanzándolos al cabo con una parte de la tripulación, y averiguando el triste destino de ambas víctimas.

Como cubierto se embarca, no mueve mis pasos tardos. ¿De qué sirve el ver en fardos tanta cifra y tanta marca? Notable es la confusión. Lo que es más razón que alabes es ver salir de estas naves tanta diversa nación. Las cosas que desembarcan, el salir y entrar en ellas y el volver después á vellas con otras muchas que embarcan.

Era una ballena monstruosa que por mandato del Señor se había prestado a este servicio. Después de vagar años enteros por el Océano desembarcan en una isla, y encuentran, tendido en un sepulcro, el cadáver de un gigante. Los dos santos monjes lo resucitan, tienen con él pláticas interesantes, y tan razonable y bien educado se muestra, que acaba por convertirse al cristianismo y lo bautizan.

Cuando en él desembarcan, tía Nisca se deja caer en el umbral de la primera puerta que hallan al paso. Con los codos sobre sus rodillas, la cabeza entre las manos, los ojos fijos en la fragata y la cara inundada en llanto, espera inmóvil, como una estatua del dolor, á que el buque desaparezca.

Hay día que desembarcan diez mil. ¡Un pueblo maravilloso!... Lo que yo he dicho siempre: ese Wilson es un grande hombre. Lo conozco bien.

Avanzan como los vientos las navecillas ligeras, y presto en Máctan embisten de la playa las arenas: Hernando de Magallanes dictó consigna severa y desembarcan los bravos de sombras con apariencias; porque tal es el silencio, que no se mueve una lengua ni para alzar sus ruidos tienen las armas licencia, y de los mismos esquifes enmudecen las maderas y hasta las olas acallan el rumor de la marea; que las órdenes de Hernando no quieren desobediencias...! Es todo inutil; al punto se oyen las voces aquellas agudas, desapacibles, que repetidas se alejan lo mismo que las del eco volando de sierra en sierra, con las que anuncian los indios, habiendo ocurrido apenas la cautelosa llegada de la falange extranjera; mostrando con sus aullidos y con vivir tan alerta, que nunca abrigaron duda, antes tuvieron certeza de que los de España irían a castigar la insolencia del altanero cacique; sin afligirles más pena que no poder de los tiempos quebrantar la ley suprema, acelerando las horas, para sus ansias tan lentas! que han de aguardar impacientes antes de lavar su afrenta.