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-Digo que así lo otorgo -respondió don Quijote-, y así podéis, señora, desde hoy más, desechar la malenconía que os fatiga y hacer que cobre nuevos bríos y fuerzas vuestra desmayada esperanza; que, con el ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os veréis presto restituida en vuestro reino y sentada en la silla de vuestro antiguo y grande estado, a pesar y a despecho de los follones que contradecirlo quisieren.

Don Juan anda mientras tanto aburriéndose en visitas y sin poder desechar de la imaginación aquellos pies que pisan la arena como sin tocarla. «, el traje el mismo, menos las medias; las de ayer eran negras con lunares azules... Parece que se le han agrandado los ojos. ¡Y qué cuerpoViernes, sábado y domingo. Lluvia continuada: un temporal.

Y lo consiguió de tal modo, que doña Luz acabó por desechar toda sospecha de que el Padre la hubiese amado nunca. Entonces le juzgó muerto para cuantos afectos vienen a nuestro ser por los sentidos; le creyó inaccesible a cuanto no pasa directamente de Dios al espíritu. Así explicaba mejor, dejando a salvo su vanidad, que el Padre no la hubiese amado.

Seguía cayendo aquella lluvia menuda, lenta, constante, que cala hasta los huesos y los enfría, como cala hasta el corazón y lo hiela un pensamiento triste y monótono que no se puede desechar.

Intenciones tuve a veces de confesarme con ella: de decirle mis faltas para que ella las perdonase. Pero pronto un orgullo, en mi sentir bien entendido, me hacía desechar aquella tentación. Era preferible que ella supiese por otras personas quién yo era y no que lo supiese por misma.

Quedó el español pensativo al oír estas palabras. Al considerar aquel rostro en que se pintaban el candor y la suavidad; aquellos ojos azules, puros como los de un niño; aquella sonrisa triste y al mismo tiempo confiada, se sintió vivamente interesado y casi enternecido. ¿Queréis le dijo después de una breve pausa bajar conmigo, y aceptar un ponche para desechar el frío? Entre tanto, hablaremos.

Ya puede V. imaginarse que yo iba gozando como los ángeles en el paraíso y pendiente de los labios de aquella niña, que al referirme todas las nonadas infantiles de su vida, parecía infundir en mi alma encantada la ciencia de la dicha. Sin embargo, no podía desechar cierta vaga inquietud que turbaba mi alegría.

Por esto mismo deseo conocer a Pepita y ver si ella puede ser esta mujer, pesándome ya algo, y tal vez entre en esto cierto orgullo de familia, que si es malo quisiera desechar, los desdenes, aunque melifluos y afectuosos, de la mencionada joven viuda. Si tuviera yo otra condición, preferiría que mi padre se quedase soltero.

Hacíase fuerza y peleaba consigo mismo por desechar y no sentir el contento que le llevaba a mirar a Camila.

La madre no había ido nunca más allá de la cercana aldea, y así no podía desechar cierto temor al considerar que su marido emprendía tan largo viaje; pero al mismo tiempo sentía orgullosa satisfacción de que fuese él, por todos aquellos contornos, el primer hombre que iba a la rica ciudad, donde el rey y los magnates habitaban, y donde había que ver tantos primores y maravillas.