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Alto, sereno, y espacioso cielo, Que con tus influencias enriqueces La parte que es mayor desde mi suelo, Y sobre muchos otros le engrandeces, Muevate á compasion mi amargo duelo, Y pues al afligido favoreces, Favoreceme á en ansia tamaña, Que soy la sola desdichada España.

»Todo esto leí; de todo esto me enteré, gastando en ello todas las fuerzas de mi voluntad. Pero era preciso hablar, responder de algún modo a aquellos cargos terribles; y para esta empresa ya no tuve alientos. Luz, entretanto, continuaba pidiéndome una respuesta con los ojos. ¡No los apartaba de ! Estaba trémula, convulsa, la desdichada.

Todo estaba sabiamente previsto por una imaginación familiarizada con los asuntos culinarios, y alguien pudo decir en la mesa, con verdad, que no era tan desdichada la vida en una isla desierta, como se decía en el Robinson Crusoe y en otros libros.

Y sin embargo, si digo que esta desdichada conversación de amores en que sin saber cómo nos hemos metido es una locura, no es por el duque ni por don Rodrigo, sino por vos. ¿Por ?... He dicho mal; he debido decir por mi suerte. Explicáos, porque no os entiendo bien. Yo no puedo ya amar. El amor viene sin que le llamen, y no se va aunque le echen.

Doña Pepita era la causante de la desdichada aventura. A ella se le ocurrió ir a Villabona, para ver a su hijo, que le habían dicho que se encontraba herido en este pueblo. Afortunadamente, la noticia era falsa. Doña Pepita, la madre de Rosita, era una señora romántica, con unas ideas absurdas.

¡Ahí! exclamó doña Paulita, después de concluir en voz baja un Padre nuestro; estas ideas del día ... ¡Jesús, qué sociedad! Pero todo se enmienda; y los más pecadores son los que más pronto salen de su error. Tráigala usted, don Elías, que yo confío en que esa desdichada entrará por el buen camino, y será una santa tal vez. ¿No lo fué María la Egipciaca?

Acordaronle la muerte desdichada de Manfredo, y la afrentosa de Coradino, facilitaronle la venganza con ayuda de los pueblos de Sicilia, tan aficionados á su nombre y enemigos del de Francia.

Lo justo, lo honrado, hubiera sido no coquetear con él, no atraerle, ni para conquistar su mano con calculadora frialdad, ni para faltar como he faltado. ¡Desdichada! exclamó Beatriz . Aún no sabes las consecuencias tremendas de tu falta. Braulio, por esa falta tuya, cree tener una prueba evidente de la falta que en supone: ha visto al Conde, tres noches ha... ¡Dios mío! dijo Inesita.

Y le narró con sencillez y concisión su vida desdichada en los últimos tiempos y el suceso increíble que había dado origen a la separación. Elena volvió a besarla con transporte y alzando los ojos al cielo exclamó: ¡Oh, Dios! Los malos merecemos ser desgraciados, pero los buenos ¿por qué también lo son? Ambas guardaron silencio. ¿Le amas todavía? preguntole dulcemente al oído.

Inmediatamente busca á Doña Leonor; la cuenta con indiferencia el triste suceso, como si no pudiera interesar en lo más mínimo á la desdichada, y, al terminar su narración, le hunde un puñal en el pecho. Después incendia su casa; y, cuando el cadáver de su esposa es devorado completamente por las llamas, refiere á sus amigos que no ha podido salvarla del incendio, á pesar de todos sus esfuerzos.