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El seductor se cansa pronto de la víctima, y se dispone á faltar á sus falsas promesas; en el viaje marítimo, que para realizarlas emprenden ambos á Valencia, domicilio del libertino, abandona á la desdichada en una roca desierta, después de darle una bebida soporífera. Al despertar se encuentra sola en medio del mar, conoce el engaño y su sacrificio, y se desespera sin consuelo.

"Aquí arriba lo encontré, y venía diciendo su mujer: "Marido y señor mío, ¿adonde os llevan? ¡A la casa lóbrega y oscura, a la casa triste y desdichada, a la casa donde nunca comen ni beben I Acá, señor, nos le traen." Y ciertamente, cuando mi amo esto oyó, aunque no tenía por qué estar muy risueño, rió tanto, que muy gran rato estuvo sin poder hablar.

Arriméme a la pared por darles lugar, y desque el cuerpo pasó, venían luego a par del lecho una que debía ser mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres; la cual iba llorando a grandes voces y diciendo: "Marido y señor mío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y obscura, a la casa donde nunca comen ni beben!"

será, si la soledad que prometen estas sierras no me miente. ¡Ay, desdichada, y cuán más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males!

Si no fuese por la beca que ha tenido la bondad de sacarle, ¿cuándo hubiera podido yo darle carrera? Dentro de dos meses ¡loado sea Dios! cantará misa el pobre. Ayer le escribí precisamente y le decía: Desdichada ocurrencia es la tuya al ordenarte. Los tiempos están malos, malos, malos para la clerigalla.

Es que cuando la verdad vale algo es siempre horrorosa en el punto en que se la quita la camisa. ¿Y qué era lo que habían meditado ese hombre y esa mujer? Quevedo notó con alegría, con una alegría sui generis, que don Juan llamaba esa mujer á la desdichada Dorotea. Habían querido matar á un ángel. ¿A Clara?

Por el siglo de mi abuela, que pasan de milenta. REPOLLA. Yo soy la desdichada, porque se me entran sin reparo ninguno; un ratón morenico me tiene asida de una rodilla. ¡Socorro venga del cielo, pues en la tierra me falta!

La expresión de sus sentimientos acerca del tremendo anatema perdiose en la oscuridad de aquella caverna. «Al menos, desdichada, confiese usted su delito dijo Rubín, que deslizándose en las tinieblas había encontrado un cajón en que sentarse . No me oculte usted nada. ¿Cuántas veces, cuántas veces ha faltado usted a su marido?». La contestación tardaba.

Yo habría deseado decirle: «Angelina, mi dulce Angelina, óyeme: ¿por qué huyes de ? ¿por qué te muestras indiferente y desdeñosa con quien te ama? Antes no eras así; antes.... Te amo, Angelina, te amo. No puedo ofrecerte una fortuna, no puedo brindarte riquezas.... Nadie sabe mejor que que soy pobre y desgraciado. has sido desdichada también.

En Peñascosa el número era limitado; por eso de vez en cuando hacía excursiones a la capital para recoger del cieno de la prostitución alguna desdichada que traía y guardaba, durante quince días o un mes, en alguna cámara oscura del cuarto bajo de su casa. Teníala allí como una fiera enjaulada, encargándose él mismo de llevarla el alimento y proveer a todas sus necesidades corporales.