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Y lo decía con una expresión muy ingenua, había algo como una gracia en su maldad, algo imposible de describir; yo tuve un vértigo y rompí los pasajes echándolos a sus pies. Sentía su hermosura envolverme como una llamarada. ¿Sabes dónde está ella, en este momento?... Si yo quisiera... ¿Ves cómo tiemblo?

Habíamos ido a residir en casa de la prima de mi amo, la cual era una señora, a quien el lector me permitirá describir con alguna prolijidad, por ser tipo que lo merece.

El más curtido y experimentado en amor de todos los mozalbetes que viven en París, no podría describir con mayor exactitud que el divino Homero los medios de seducción de que se vale una mujer para engañar, enloquecer y adormecer a su marido o a su amante.

Si se me quiere dar idea de su fisonomía se me irán enumerando sus rasgos característicos, con cuya reunion formaré idea del semblante que se me acaba de describir.

Fueron en crescendo, hasta que, llegando al citado pasaje, una exclamación de horror me cortó la palabra y me hizo suspender la lectura. Cantarranas estaba nervioso, y la poetisa se abanicaba con furia, ciega de enojo y hecha un basilisco. No si he dicho que una de las cuatro personas de mi auditorio, era una poetisa. Creo llegada la ocasión de describir á esta ilustre hembra.

Fui tan estúpido o estaba de tal modo aturdido, que, en vez de retroceder y alejarme pronto de aquel sitio, continué avanzando y pasé por delante de ellos con el rostro vuelto hacia la ventana. Daniel se volvió enteramente de espaldas. Luego que pasé un animado cuchicheo y risas comprimidas. No acierto a describir lo que pasó por entonces.

Nuestro poeta muestra, al parecer, afición singular á describir seres humanos que crecen aislados de los demás mortales, repitiéndose este pensamiento en otras muchas obras suyas, como, por ejemplo, en Las cadenas del demonio, Apolo y Climene, La hija del aire, Leonido y Marfisa, El monstruo de los jardines y Eco y Narciso.

Multiplicó los giros, agotó los eufemismos para describir la caida de espaldas y el tardío bautismo de salsa que recibió S. E. sobre la olímpica frente; elogió la agilidad con que recobró la posicion vertical, poniendo la cabeza donde antes estaban las piernas y viceversa; entonó un himno á la Providencia por haber velado solícita por tan sagrados huesos y el párrafo resultó tan delicado, que S. E. aparecía como un héroe y caía más alto, como dijo Victor Hugo.

»¡Me sería imposible describir a ustedes todo lo que yo experimenté durante aquel corto período de tiempo, tan largo para , tan horrible y extraño!

Diez mil duros da anualmente á su señora, para que pueda satisfacer sus caritativas inclinaciones. Pero ¿es él quien da esos diez mil duros á los menesterosos? No, no es él. Esto importa mucho para describir religiosamente el carácter propio del personaje que nos ocupa. No es él.