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Al descender Fernando a la cubierta de paseo, vio a Mina hablando en alemán con otras de la compañía. Pasó junto a ella, y al encontrarse con sus ojos, éstos le miraron indiferentes, sin la más leve emoción, cual si fuese un desconocido. Empezaron a marcarse a través de la niebla, cada vez más clara, varios puntos de luz: unos, fijos; otros, intermitentes, parpadeando como ojos de cíclope.

Al pasar junto a mi desconocido, que continuaba inmóvil en el mismo lugar, le manifesté mi sentimiento por haber aceptado su oferta y el deseo de poder corresponder a su atención. Nada más fácil me dijo; acabo de saber que es usted Meyerbeer. No tengo ese honor. O que es usted uno de los autores del Roberto el Diablo. Del libreto nada más.

No intentaré, ni es mi propósito, rehacerla; cuento mi impresión y basta. Si en el Tequendama he sido más prolijo, es porque el gran salto, perdido en las entrañas de la América, es casi desconocido por las dificultades que hay para llegar hasta él. Cada segundo, cada momento de contemplación aumenta en el asombro, la fascinación irresistible. Como grandeza, no hay nada igual.

No tengo que dar cuenta de mis actos á los viandantes que encuentro en el camino, contestó secamente el desconocido. La ley me protege. No es esa mi opinión, dijo el noble, que si la ley os permite amenazar con esa clava á un hombre indefenso, tampoco me ha de impedir á poneros la espada al pecho.

No. La vida no ofrece casualidades de tal especie. Esto sólo se ve en el teatro y en los libros. Indicó con un gesto enérgico su voluntad de no recibir al desconocido; pero en el mismo instante se levantó el cortinaje de la puerta, entrando alguien con un aplomo que escandalizó al ayuda de cámara.

Todo lo que me rodeaba era nuevo y desconocido para : mi capital se componía de poco; mis ropas, mi catre y mis libros; todos mis compañeros tenían padres que velaban por ellos, que les escribían, que los regalaban. Sólo yo acostumbraba de tarde en tarde a recibir dos letras de mi tío Ramón, en las que me anunciaba el envío de lo indispensable.

El Cónsul yankee le había hecho comprender o creer que, por culpa de aquella clausura y de aquella incomunicación en que los paraguayos habían vivido, todos ellos se habían quedado, salvo la moral y el dogma de Cristo, que conocían aunque de un modo burdo, en inmenso atraso con relación a lo restante de la humanidad; y que todo cuanto esta había descubierto, inventado, experimentado, fabricado y averiguado durante ocho mil o nueve mil años, era para los paraguayos asunto desconocido, arcano tenebroso, libro de siete sellos.

El hombre se detuvo, les miró con estupor unos instantes y luego echó una mirada recelosa en torno para cerciorarse sin duda de que se hallaban en completa soledad. Esta mirada ávida causó gran impresión en nuestros antropólogos. Bueno dijo el desconocido. Tomen ustedes las medidas que gusten, pero les advierto que hace mucho tiempo que estoy cerrado.

Sabe que existe, que otros lo han conocido, y se resigna difícilmente a vivir y morir sin conocerlo ella también. Es seguramente un peligro para una mujer, el conservar y nutrir, después de las decepciones del matrimonio, el ideal de un amor desconocido; pero hay un peligro aún mayor para ella, y es perderlo.

El descubrimiento de este misterio no se hace aguardar largo tiempo: el desconocido, que había entrado en la habitación de Don Fernando, era Don Lope de Rojas, amante tiempo hacía de Doña Ana, hermana de Don Juan, á la cual visitaba en secreto, habiendo sido sorprendido por el hermano de Don Juan, que había muerto á sus manos en la disputa que se había suscitado por este motivo.