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¡Un absurdo! interrumpió Maltrana . Una cosa imposible, teniendo en cuenta lo que eran las carabelas, su escaso repuesto de víveres y la necesidad de descansar en oportunas escalas. Hubiesen perecido al insistir en la empresa, o lo que es casi seguro, se habrían vuelto.

Casi al mismo tiempo Duchêne gritó desde fuera: Buenas noches, maestro Juan Claudio. ¿Es usted? , vengo de Falsburg y quiero descansar un momento antes de llegar a la aldea. Catalina ¿está ahí? Entonces pudo verse al buen hombre aparecer a la luz con su ancho sombrero echado hacia atrás y el rollo de pieles de carnero al hombro.

Todos se empeñaban en que se apeasen y descansasen un rato, pero no lo consiguieron, porque el señor conde les dijo que, faltando tan poco para descansar de una vez, no había necesidad. Y en eso creo que tenía razón. Á estas horas ya están de seguro en la Segada.

No me vengas con monadas; en Madrid los domingos son domingos como aquí, y en toda tierra de garbanzos, y los domingos se hicieron para descansar y ponerse camisa limpia los cristianos... Conque arriba, que me voy a afeitar... A las ocho la misa...

¡Ha reñido con mi dedo! dijo a Alejandro Tipton, mostrando este órgano privilegiado. ¡Maldito bribón! Habían dado las cuatro cuando el campamento se retiró a descansar.

Me había sentado un momentico a descansar... La tarde está tan grata que no apetece meterse en casa, ¿verdad, señor? Andrés, que había vuelto en perfectamente, puso en duda esta explicación en el fuero interno; pero se limitó a contestar: que está muy hermosa... la noche, no la tarde. Pero a me espera mi tío para cenar, y no puedo disfrutar de ella... Conque hasta la vista, don Jaime.

No encontré para besar más que las crudas tablas de su vacío lecho de muerte, el suelo de su cuarto, el umbral de la puerta por la que su ataúd había pasado al salir entre los tristes ecos de llanto general de la población, para ir a descansar en el campo de la muerte.

Al volver a su casa para descansar durante el resto del año, sentía Gallardo la satisfacción del poderoso que, olvidando honores, se entrega a la vida ordinaria. Dormía hasta muy tarde, libre de horarios de trenes, sin emoción alguna al pensar en los toros. ¡Nada que hacer aquel día, ni al otro, ni al otro! Todos sus viajes llegarían hasta la calle de las Sierpes o la plaza de San Fernando.

Ya los hombres y las mujeres no estaban separados como en los antiguos tiempos, sino agradablemente confundidos, aunque agarrándose sólo por el dedo meñique. Los mozos terciaban sus garrotes haciéndolos descansar sobre el brazo, lo cual prestaba á la danza el aspecto guerrero que indudablemente tuvo en su origen.

Ahora, Mathys, id a descansar; estáis probablemente muy cansado del viaje de hoy, y tenéis que volverlo a hacer mañana. No temáis nada; ni aun la muerte podría arrancarme este precioso depósito. , me siento deshecho, no sólo por el viaje sino por todo lo demás, y sobre todo, por las emociones que he sufrido hoy.