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Encendió primero las velas del altarito, que estaban apagadas; vio con cierta pena que las flores yacían marchitas; pidió perdón a la devota imagen por haberla tenido desatendida mucho tiempo; y, postrándose de hinojos, y a solas, oró con todo su corazón, y con aquella confianza y franqueza que inspira quien está de huésped en casa desde hace muchos años.

Este hijo predilecto de las musas, añade, nació en el año 1562, pudiendo asegurarse que, en vez de ser amamantado con leche, lo fué con las aguas del Helicón, y que sus primeras palabras articuladas fueron versos, escribiéndolos desde su niñez; y casi en su infancia se representaron en los teatros comedias suyas, y fueron aplaudidas, contribuyendo poco á poco, por calificarse de recreo inocente, á corromper á los españoles con la afición á esos goces y á afeminar insensiblemente sus antiguas costumbres varoniles, y siendo su consecuencia que España, casi al mismo tiempo, era admirada y respetada de todas las naciones por sus virtudes, y desatendida y menospreciada por sus vicios.

Fatigado Morillo por la lucha que inútilmente habia sostenido contra la libertad, defendida por aquel pueblo heróico, solicitó su retiro del mando; aunque desatendida en un principio la súplica, al fin logró que le reemplazara el eminente y bizarro general Don Miguel de la Torre y se embarcó para Cádiz el 17 de Diciembre.

Y publicada esta, que era reducida á "si la Autoridad Soberana ha caducado en la península, ó se halla en incierto," con la calidad de que los Señores Vocales deberian entrar al acuerdo á poner su voto en secreto, fué igualmente desatendida, y se pidió que la votacion fuese pública; por lo que se sentó el siguiente, á saber "Si se ha de subrogar otra autoridad á la superior que obtiene el Exmo.

Era valiente, activo; y desterrado para siempre del suelo que le vio nacer, decidió, pues, entrar al servicio de Inglaterra, y presentó al efecto una solicitud a los ministros de Jorge II, que fue desatendida. Pidiome entonces que fuese a hablar a la Reina, la que me recibió con dulzura, pero me manifestó que sentía mucha pena por no poder favorecer a un proscrito por la corte de Madrid.

Al contrario, Morsamor había esquivado cuantos placeres Goa brindaba, y había mostrado singular repugnancia y disgusto hacia todas aquellas cantoras y bailarinas, como si recobrasen fuerza sus votos y renaciese en su espíritu la desatendida severidad del claustro. Las bayaderas de la India, sobre todo, le inspiraban horror.